
Debo confesar que me llama mucho la atención lo fenomenal de algunos emprendimientos iniciados por los migrantes en los últimos años. La creatividad, la innovación y la determinación están a flor de piel e inevitablemente la migración es un catalizador para ello.
Esta es la primera entrada de varias que escribiré en la serie Migración y Emprendimiento donde compartiré algunos tópicos, recomendaciones y críticas constructivas sobre los emprendimientos hechos por migrantes y (en algunos casos) para migrantes.
Creo firmemente que dentro de todos y cada uno de los seres humanos que habitamos esta tierra existe un gen de emprendimiento que en algunos casos se desarrolla más que en otros pero que en el fondo, todos poseemos esa capacidad de aventurarnos a ofrecer algo distinto al mundo.
Cuando me refiero a Emprender para Impactar me refiero a ese tipo de ideas que desarrollamos con el único fin de generar un impacto positivo en nuestro entorno y cuando me refiero a Emprender por Emprender hablo de esos emprendimientos que desarrollamos con el único fin de hacer algo que nos genere dinero, hoy quiero hablar de ambos aspectos por separado.
Emprender para Impactar
Cuando vivíamos en Ciudad Victoria, la comida venezolana estaba limitada a la cocina de mi casa y por ende, también el menú. Comíamos arepas cuando mi buen amigo Jenson Colina nos enviaba algún paquete de harina de maíz desde San Luis Potosí o cuando viajábamos a Monterrey que aprovechábamos para comprar harina PAN por docenas. De resto, la comida venezolana era bastante limitada.
En julio de 2016 viajamos a Ciudad de México para renovar nuestros pasaportes, tocaba ir a la embajada de Venezuela en la capital del país y nos lanzamos a ello.
En Polanco, en el mismo lugar donde se encontraba el edificio de la embajada, recuerdo este restaurant de comida venezolana (cuyo nombre me reservaré) y para nosotros fue como entrar al cielo (nunca he ido al cielo, pero debe ser algo así). Desde que entramos al lugar el olor, el acento de quienes estaban en el establecimiento, la música, en fin. Todo el ambiente evocaba a Venezuela. No había banderas por todos lados y la música no era estridente, no. Era todo bien sutil. Estos chamos que abrieron el restaurante lo hicieron claramente para generar este impacto y la ubicación era bastante conveniente; cualquier persona que iba a la embajada de Venezuela podía hacer su parada a la ida o a la vuelta por algo de comer, un cafecito con leche o cualquier otro tentempié.
Recuerdo que tomé fotos hasta el cansancio, no era nada más que por la cercanía que sentía hacia Venezuela estando en un local cercano al centro de la ciudad de México, es decir, a ese nivel fue la experiencia.
Cuando uno hace algo persiguiendo su pasión, se nota. Eso se transmite y la energía que se le imprime es tal que contagia solo con hablar de ello.
Los emprendimientos que mayor rendimiento financiero han tenido han sido los que más han impactado, a mayor impacto, mayor beneficio y todo esto viene pre-programado desde la pasión.
Difícilmente olvidaré la parábola que Nerio Parra compartió conmigo en noviembre de 2019 cuando hablábamos sobre este tema:
“Man, imagínate un señor que vende perinolas en alguna esquina de cualquier ciudad. El carajo se para todos los días en el mismo lugar, juega con las perinolas y cuando alguien se le acerca interesado, le cuenta historias sobre la perinola y disfruta tanto lo que hace que le imprime esa pasión a cada detalle. Naturalmente le va a ir bien, todo basado en lo que transmite.
Pasa alguien y ve que al señor que vende las perinolas le va bien, y decide entonces dedicarse a lo mismo, pero no lo hace desde la pasión que siente por el producto si no persiguiendo los beneficios (económicos). Se para todos los días en la esquina contigua pero no le va tan bien como le va al primer señor, el apasionado, el innovador. Con el pa00so del tiempo desiste. Así pasa con mucho de los emprendimientos; no se comienzan desde la pasión si no desde el beneficio que pueda traer.”
Esto lo he dicho en varias ocasiones y es una sugerencia que seguiré haciendo ya que se nota mucho la diferencia cuando uno emprende persiguiendo el dinero y no lo hace persiguiendo su pasión.
Emprender por Emprender
El fin de semana pasado tuve la oportunidad de viajar a la ciudad de Orlando, mi sobrina cumplió años y la mamá de la niña tomó como iniciativa celebrar su cumple en un parque acuático de esta ciudad. Compartimos con ellos durante parte del sábado y al día siguiente (domingo) estando en Orlando, que es una ciudad donde desde hace mucho tiempo hay buena presencia de venezolanos, decidimos optar por el desayuno tradicional venezolano: FRITURAS.
Buscamos en el GPS y a 3 minutos del hotel donde nos hospedamos había un restaurant de comida venezolana, fuimos con el paso apresurado, con hambre y antojados.
Llegamos, el lugar con muy buena vibra, buena música (me llamó especial atención que el estacionamiento estaba FULL de Toyotas, la marca carro preferida por los venezolanos), entré con mi hermano a pedir. Indecisos por las opciones pedimos lo primero que se nos atravesó en el menú; la orden iba desde Tequeños, pasando por Empanadas, una Arepa, una Cachapa, un Cachito, una Malta y dos Cafés con Leche.
“Las empanadas tardan 8 minutos en freírse” me dice quien nos tomó la orden, le digo que no hay problema, 8 minutos es un tiempo prudente, nada del otro mundo.
Pagamos y nos fuimos al exterior del restaurante donde había una mesa, allí nos sentamos a esperar la orden ya que dentro del local no había espacio para todos.
Pasaron 15 minutos y nada; mi hermano entró y le dieron los dos cafés, luego entrábamos cada 10 minutos a preguntar por la orden y nos decían lo mismo “ya está por salir”, mientras tanto, veíamos que había gente que, recién llegando, entraban al lugar y salían con su comida… “De repente es gente que pidió por teléfono o por las aplicaciones” decía mi mamá.
En total pasaron 45 minutos cuando motivado por la impaciencia de Tomás y Mateo (mis hijos) entré con intención de cancelar la orden y el mismo muchacho quien me advirtió sobre los 8 minutos de espera, apenado me dice “Deme un segundo” entra a la cocina y sale con la orden de tequeños (como pa’ calmar la vaina), “Disculpe la demora Sr.” (me dice). Siendo franco, no tengo problema en esperar, la vaina es que, si me dicen 8 minutos, espero 8 minutos. Todavía si me dicen que hay que esperar media hora o una hora completa hubiese agradecido la franqueza y ya, hubiese sido decisión nuestra si esperábamos o no.
Luego de la orden de tequeños, cada plato que pedimos fue saliendo con un intervalo de 5 a 7 minutos entre uno y otro. Comimos (obviamente) con molestia. Comimos por comer más no por disfrutar lo que es comer un plato típico de tu país estando fuera de este.
El último plato en salir fue el de Aimée (una cachapa), fría la pobre cachapa que quizás cuanto tiempo estuvo esperando en la cocina para ser devorada.
Terminamos de comer, insatisfechos y desencantados. Salimos a encontrarnos con la otra parte de la familia de mi sobrina quienes estaban reunidos y dispuestos a almorzar (sí, ya a estas alturas la mañana pasó y era la hora del almuerzo). Ellos estaban otro restaurant de comida del mar, en este caso el restaurant no era solamente “venezolano” no, era “maracucho”. Es necesario hacer la distinción ya que los platos, la música, la decoración y demás, era con la temática de la región zuliana.
“¡Buenísimo!” (Pensé) llegamos y todo muy bonito; las gaitas, el patio del restaurant da a la orilla de un lago pequeño y la gente con el acento maracucho, todo con su toque. Nos sentimos como en casa (para bien y para mal).
Estuvimos un buen rato compartiendo en familia; llegamos como a las 12:30 pm y a medida de que pasaron las horas era visible que el restaurant se iba llenando. Era domingo, como es costumbre la gente busca opciones para comer fuera de casa.
El restaurante se iba llenando adentro y en la mismo medida, también afuera (en el estacionamiento) empiezo a ver un tumulto de carros, yendo hacia adelante y hacia atrás por lo que salgo preocupado porqué veo que mi carro está rodeado como de 5 carros más, todos mal estacionados.
Al salir veo a una señora en una camioneta pickup ENORME casi encima de mi carro y le hago señas; resulta que estaba tratando de dar paso a otro carro que estaba mal estacionado y necesitaba salir, cuando abro la vista al panorama, todo el estacionamiento estaba lleno de carros, todos apilados sin un orden aparente.
La señora terminó de acomodar su camioneta al lado de mi carro, la separación era como de 50 cm entre el caucho trasero de la camioneta y la puerta delantera de mi carro, la señora se baja con la frescura del mundo y dice “¿Ya no molesto a nadie verdad? Para que no me llamen de nuevo para mover la camioneta” y termina con una afirmación cuya intención no fue negativa pero la interpretación -gracias a contexto- realmente cayó mal “No hay problema, finalmente aquí todos somos maracuchos…”
Señora mía, dudo que lea esto y si llega a leerlo dudo que sepa quien lo está escribiendo o que me estoy refiriendo a usted, pero no todos los maracuchos somos desordenados para manejar o para estacionar los carros. Hay vainas del sentido común que estando dentro o fuera de nuestro país se respetan, de nuevo; es sentido común.
Traté de no dar importancia a aquello y seguimos compartiendo. Pasó una hora, y a las 3:30 pm decidimos empezar a tomar nuestro rumbo de vuelta a casa. Para montarme al carro tuve que hacer contorsionismo y luego tuve que esperar 10 minutos para poder salir del lugar mientras uno a uno, los dueños de los carros apilados iban acomodándose dentro de aquel espacio (ya no le puedo decir estacionamiento). Cornetas iban, cornetas venían, “dale, dale”, “tumbá el volante”, “¡por aquí no!” “¡por aquí ve!” y más se escuchaban ir y venir dentro del caos.
Cuando finalmente quedé libre para salir, resulta que había una fila de -al menos- 10 carros- afuera, esperando turno para formar parte de aquel espectáculo por lo que me vi forzado a salir de retroceso, en un tramo como de 100 metros hasta la AVENIDA PRINCIPAL para poder salir del “estacionamiento”.
Critica Constructiva: si yo como emprendedor, me doy cuenta de que (Gracias a Dios) mi negocio es concurrido a una hora específica, un día específico, no dudaría en contratar a una persona que se encargue de gestionar el orden en el estacionamiento de mi establecimiento comercial. No todo es “ganar cobres”, también hay que invertir en las vainas sencillas que hacen del comercio algo que vaya más allá que un simple intercambio de un servicio por dinero, si no una experiencia.
Digo todo esto no por drenar mi mala experiencia en estos dos restaurantes venezolanos en Orlando. La idea tampoco es vociferar a los cuatro vientos algo que muy probablemente a todos nos ha pasado, no solo en restaurantes venezolanos si no chinos, americanos, italianos o mexicanos. Particularmente YO no regreso más a estos restaurantes, pero estoy seguro de que hay gente que no le da importancia a esto e igual regresarían no una, si no varias veces.
Manifiesto esto para tratar de generar conciencia en el hecho de que; el problema no es emprender por emprender, el problema no es que tengas 5 de 10 clientes que probablemente no regresen a estos restaurantes por un mal servicio, el problema es que cuando fracasamos en nuestros emprendimientos queremos culpar entonces al entorno, al país, a la gente, a la economía o a la pandemia ¿me explico?
De nuevo, cuando emprendemos por emprender, persiguiendo el beneficio económico, no pensamos en nada más que el beneficio económico, entonces nada más importa;
Me pagas – te doy el producto (o el servicio) – FIN ¿y ya?
A lo largo de 2019 tuve la oportunidad de conocer a una buena cantidad emprendedores mexicanos dedicados al ramo de los restaurantes y algo curioso que todos tienen en común es este precepto: los principales consumidores de comida mexicana en los Estados Unidos no son los mexicanos, son los americanos. Por ello, los platillos suelen ser los mismos en todos los restaurantes, solo cambia la sazón. Por esto también, la mayoría de los restaurantes mexicanos en los EE. UU. tienen la misma decoración, los mismos colores, los mismos cuadros de Pedro Infante y la lista de reproducción de mariachis que se repite una y mil veces. Ellos venden comida, pero también ofrecen una experiencia incluyendo las fotos con el burro y con el sombrero de mariachi, suena a cliché, pero es así.
Me pongo a pensar si estos restaurantes venezolanos ofrecen el servicio pensando en los americanos (?) Lo dudo, no regresarían ni que les paguen.
Cuando emprendemos con el fin de impactar, nos esmeramos en los detalles; en lo bonito, en el sabor, en la experiencia y no veo a mis clientes como clientes si no como personas que se acercaron por lo que yo les puedo ofrecer EN GENERAL, no por el producto que les quiero vender.
Me da mucho gusto ver la cantidad de restaurantes típicos que hoy existen, personas que hacen comida de su país en sus casas para ofrecerla al público, “Food Trucks” “Food Trailers” y demás opciones para los comensales que quieren probar la comida de su país cada cierto tiempo para variar el menú y para sentirse cerca de donde es uno pero, es fácilmente visible cuando alguien hace la comida con el gusto de preparar algo bueno y cuando se hace con el único fin de un beneficio económico y les aseguro que en el segundo caso, la gente difícilmente les volverá a comprar.
Con esta entrada no quiero hablar solo sobre emprendimientos que tienen que ver con la comida, me refiero a cualquier tipo de emprendimiento, emprendimientos digitales, servicios, consultorías, asesorías, etc.
Si les contara de la cantidad de paisanos venezolanos que han sido timados aquí en los EE.UU. con el asunto de la preparación de sus casos de asilo… MUCHÍSIMOS.
A diferencia de personas buenas en los suyo, capacitadas y que lo que hacen lo hacen con gusto y con empatía, obviamente cobran… naturalmente no lo hacen gratis, pero lo hacen desde la pasión, desde la empatía y como este, muchos otros ejemplos.
No emprendamos por emprender, nos emprendamos persiguiendo el dinero porqué les juro que al dinero no le gusta ser perseguido. El dinero va a las manos de quien está preparado para recibirlo, al apasionado, al que hace las cosas con gusto. El dinero es mañoso, él sabe llegar a donde sabe que será reproducido.
Me han preguntado infinidad de veces “y cuéntame ¿cómo son tus ganancias por eso de tu proyecto de migración ese?”. Mi respuesta es bien sencilla, comencé con Proyecto: Migración sin pensar en el dinero, si en algún momento todo lo que hago genera un impacto tal que el dinero voltee a verme y quiere venir, chévere. Si no, chévere también. Cuando respondo esto la gente (en su mayoría y con tono condescendiente) me dice “ahh… entonces es un hobby…” En este punto solo suspiro.
Tenemos una concepción extraña de que aquello que nos apasiona solo puede ser considerado como emprendimiento si nos genera un ingreso en dinero. Ojalá, pudiésemos entender que tan importante como el dinero es la energía inyecta el hacer algo que nos apasiona, solo en este punto podremos entender plenamente la diferencia entre Emprender para Impactar y Emprender por Emprender.
Hay emprendimientos que necesitan ser regados, que necesitan trabajo, mucho trabajo y a veces más trabajo antes de comenzar a generar dinero, obviamente todo va a depender del ramo en el que decidas emprender.
No puedes abrir un restaurante y esperar pagarle a tus proveedores y a tus empleados solo con pasión “Tengan muchachos, 3 gramos de pasión para cada uno” No. Pero insisto en el punto de pensar en el dinero como una herramienta, más que como el fin único.
Considero que la vía para el crecimiento económico fuera de nuestros países se encuentra principalmente en hacer no una, si no varias actividades que generen varios ingresos, pero no puedo contar una sola anécdota de algún emprendimiento en el que haya triunfado en el que la pasión no haya sido un factor determinante, a diferencia de los emprendimientos de los que te puedo hablar de que no han durado un mes precisamente porqué solo emprendí buscando un beneficio económico.
“Tan es así” (como dicen los abuelos) que el mismo Nerio Parra, estudioso del tema de inversiones en mercados bursátiles y demás vehículos inversión, a lo largo de la segunda temporada del podcast Proyecto: Migración, insistió en que incluso las inversiones que hacemos en acciones a largo, mediano o corto deben ir relacionadas a empresas o a temas (número 1) que entendamos y (número 2) que sean en cosas, empresas o servicios con los que nos sintamos identificados. (Sobre esto haré posteriormente una entrada exclusiva).
Otro factor es que cuando emprendemos solo por el dinero, en algo que no entendemos o con lo que no nos sentimos identificados, es que al llegar el primer carajazo, la primera pérdida, el primer fracaso, listo: hasta ahí llegamos, y es por ello por lo que vemos tantos nuevos emprendimientos fracasar durante su génesis en los primeros tres meses o menos.
Cuando se emprende con pasión aguantamos no uno, si no los carajazos que vengan por qué si algo tiene la pasión es que genera en quien la posee una convicción difícilmente doblegable.