A propósito de las festividades de fin de año, siempre es bueno abordar esto de los apegos cada cierto tiempo (especialmente para quienes migramos).
En 2016, a meses de salir de México, en el ocaso de nuestra primera migración y antes de emprender camino hacia nuestra segunda migración, me reencontré con una gran amiga en Ciudad de México. Yo estaba con el trámite de la renovación de los pasaportes y ella fue a México (desde Bogotá) por asuntos de trabajo. Luego de tener un par de años sin vernos, era inevitable no quedarnos hasta muy tarde conversando. Hablando sobre mis planes me hizo esta pregunta que -confieso- que en aquel momento no le di mayor importancia… con el paso del tiempo entendí de lo que estábamos hablando y de que (obviamente) no estaba preparado para responder:
«¿Qué te falta para ser feliz?»
Esto lo entendí mucho después, durante un período de mucha lectura, mucha reflexión y mucha introspección. La cadencia perfecta fue luego de leer una frase que hoy utilizo -al menos- dos veces a la semana:
“Si no eres feliz con lo que tienes, no serás feliz con lo que te falta”.
Hace poco leía una noticia donde no sé quién, no sé dónde, por no sé que cuál razón, decidió dar nombre a un fenómeno que vivimos los migrantes (y no migrantes) especialmente en las festividades de fin de año, le bautizaron “El Síndrome de la Silla Vacía” … es decir… ¿así o más dramático?
Leí las primeras tres líneas y solo pensaba ¿por qué carajos los seres humanos nos encargamos de resaltar más lo que no está que lo que está?
Respuesta: Mentalidad de Escasez
¿Con qué se come esto?
Estoy seguro de que conoces a alguien (si no conoces a alguien así, probablemente ese alguien seas tú) que tiene el closet lleno de ropa, de todos los estilos, colores y aún así, cada que se va a vestir dice “Es que no tengo nada que ponerme”.
O la típica “no cené porqué SOLO hay pan con queso”.
Ejemplos superficiales sobre la Mentalidad de Escasez.
Como adultos, tendemos a vivir pensando más en lo que NO tenemos que en lo que tenemos y esto es comprensible, desde pequeños nos traen con la cantaleta de que la “Felicidad” y el “Progreso” está en poseer cosas materiales. Si no poseemos no somos felices.
Cuando tenemos este concepto de Felicidad = Posesiones, estamos condenados a ser infelices.
Primero, porqué en ninguna parte está escrito una cantidad específica de posesiones que hay que tener para ser felices (y esto tiene un porqué, PORQUÉ NO EXISTE TAL CANTIDAD) y Segundo porqué viviremos la vida entonces trabajando para comprar posesiones que nos inyectarán un poquito de dopamina y luego cuando esta baje, empezaremos a pensar en la siguiente cosa (material) que necesitamos para ser felices porqué la anterior no lo logró.
Con respecto a lo del fulano “Síndrome” de las Sillas Vacías, aplica lo mismo que para las posesiones, solo que en vez de posesiones hablamos de personas (ahora que lo pienso, es probable que, en alguna parte recóndita de nuestra mente, pensamos que poseemos a las personas que nos rodean).
Debo confesar que nuestra primera navidad fuera de Venezuela está en mi lista personal de las 5 cosas más difíciles que he vivido, pero no fue por la navidad en sí, por las “Sillas Vacías” o por nada de eso, eso era “parte de”; lo que más pesaba era el hecho de que estábamos atravesando las Fases de Desapego y Adaptación de una manera muy cruda luego de haber sido despedidos del trabajo que nos motivó a ir a México y tener a cuestas una orden de desalojo del lugar donde estábamos viviendo (ya que el lugar era proporcionado por nuestro empleador y este pretendía desalojarnos a manera de venganza ya que lo habíamos demandado por despido injustificado).
(Puede que quieras escuchar el Episodio del podcast “Baldecitos de Agua Fría”)
La segunda navidad ya estaba cambiando la cosa, Aimée estaba embarazada y en vez de pensar en las “sillas vacías” pensábamos en la silla que estaba por ser ocupada.
Así poco a poco fueron transcurriendo las navidades, ahora las sillas se estaban empezando a ocupar y aunque SIEMPRE faltaba gente, no pensaba en eso; pensaba en lo afortunado de tener todo lo que tenía, a quienes tenía alrededor y el entorno que nos rodeaba.
Esto lo he dicho una y mil veces (y probablemente lo diga y lo escriba 10 mil veces más), siendo migrantes o no, cuando empecemos a enfocarnos en lo que tenemos y no en lo que nos falta, empezaremos a vivir plenamente.
Una de las cenas de navidad más bonitas que hemos tenido fue en una mesa plástica con sillas plásticas en la sala del apartamento que alquilábamos en Tallahassee, nuestra primera navidad en los Estados Unidos. No fue la más bonita por el hecho de que haya sido nuestra primera navidad en EE. UU, si no porqué teníamos un techo (luego de no tenerlo) y porqué teníamos comida en la mesa (luego de no tener siempre comida). Cabe destacar que seguíamos estando los 4, lejos de la familia, en una ciudad tan silenciosa como el silencio mismo, pero la compañía que nos hacíamos los 4 valía por mil, no solo porqué era mi familia, sino porqué éramos también compañeros de batalla. La vida se encargó de filtrar entre quienes realmente eran las personas que valían la pena estar a nuestro alrededor en ese momento específico de nuestras vidas.
Ahora,
Todo es transitorio; la vida, Dios, el universo o lo que sea en que creas, siempre se encargará de ponerte a las personas específicas y valiosas a tu lado en cada momento y en cada etapa específica de tu vida.
Si en estas fiestas no tienes a tu familia sanguínea cerca, pero estás con tu(s) compañero(s) de migración, da las gracias porqué no estás solo y porqué hay algo que es necesario que aprendas de este, aprovéchalo.
Si estás solo con toda tu familia y amigos lejos, da gracias porqué ellos están bien como fruto de tu esfuerzo y es probable que sea una señal de que necesitas aprender algo de ti mismo y encontrándote contigo mismo.
Es difícil no pensar en quienes hoy no están, es más difícil hacerlo.
Es difícil vivir con poco, es más difícil no hacerlo.
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