Durante esta semana que hoy está por terminar decidí ausentarme “un tiempito”, hacer “taima”, “tacho” o cualquiera de las palabras que utilizábamos cuando carajitos jugábamos a las escondidas. No fue mucho (en realidad), pero una semana fue suficiente para recolectar pensamientos, emociones y sobre todo para reconectar con esa presencia casi mágica que genera la ausencia.
Durante estos días reflexioné mucho con ayuda de varias personas que me hicieron entender que no está mal hacer pausas cuando hay mucho ruido. No está mal alejarse para mirarse a uno mismo desde lejos.
Estamos rodeados, perdón… rectifico; vivimos en un mundo que se mueve cada vez más rápido. Durante las semanas anteriores pasaron tantas cosas a nivel mundial que nos tocan directa o indirectamente como migrantes que debo confesar que me sentí abrumado, no sabía por donde comenzar.
En Brasil, intenté contactar a alguno de los paisanos que sufrieron la tragedia que perder sus poquitas pertenencias durante la crecida del río en Manaos pero no tuve éxito. Luego intenté contactar con paisanos en Israel quienes están atravesando lo crudo de una guerra que no es de ellos y tampoco lo logré. Estuve en conversaciones con varios migrantes venezolanos que han atravesado la frontera de México con los Estados Unidos y gracias a Dios la respuesta fue positiva. Esto me dio la señal de por donde podía comenzar.
Luego del último episodio que subí del podcast hasta la fecha (donde claramente fue notable mi estado de frustración y de sobrecogimiento por todo lo que ha estado sucediendo) decidí entonces que era momento de hacer una pequeña pausa, ahora bien, las pausas no son momentos de pasividad y letargo.
En México, durante mi último año de trabajar en oficinas, aprendí algo llamado “Pausa Activa”. En aquel espacio de la Universidad de Seguridad y Justicia de Tamaulipas donde departamento de Tecnología Educativa de la universidad tuvo a bien de acogerme y de compartir conmigo su espacio, cada dos horas hacíamos entonces Pausas Activas que iban desde el juego de “El Ahorcado” en una pizarra acrílica o hacer ejercicios manuales con tijeras y marcadores de colores, entre otras actividades. La idea de estas Pausas Activas era simplemente romper el ciclo que cada uno cumplía de estar ocho horas (o más) sentados e inmersos en el computador.
Inicialmente en estas Pausas Activas participaban los 5 miembros del departamento de tecnología (incluyendo al jefe mi hermano del alma Jesús Tapia) y un servidor (quien realmente no pertenecía al departamento, pero utilizaba su espacio para trabajar).
Lo de las Pausas Activas fue aumentando en popularidad y ocasionalmente se unían personas de otros departamentos de la universidad, quienes cada dos horas iban al espacio donde nos encontrábamos a hacer cualquier actividad que interrumpiera ese ciclo de sedentarismo al estar sentados tanto tiempo en el escritorio.
De esta actividad aprendí algo que aun hoy aplico:
Las pausas son total y absolutamente necesarias. En cualquier momento de nuestras vidas, no solo cuando nos sentimos deprimidos o nostálgicos, algo que pasa mucho durante nuestros primeros años de migración, PERO, las pausas no deben ser momentos de letargo e inactividad, por el contrario. En estas pausas la idea es interrumpir un ciclo que viene ya viciado y esto nos permitirá hacer un reinicio de nuestro estado mental. En cristiano, todos tenemos el primo cerebrito que bueno con las computadoras y a quién llamamos cuando el pc está lento, la primera recomendación del primo siempre SIEMPRE será “porfa, reinicia el computador”. El pobre computador venía ciclado de procesos y programas abiertos (pero sin usar) que vienen corriendo desde hace tres semanas y la memoria se pone cada vez más y más lenta (sí, en algún momento yo fui ese primito). Pasa lo mismo con nuestra cabeza, nos quedamos pegados en emociones que vienen corriendo desde hace un buen tiempo y como no nos reiniciamos como deberíamos siguen corriendo y nos van poniendo más lentos, llega un punto en el que nos sentimos “embotados” y descansamos pero, el descanso es solo “Netflix and Chill” (Me lo contó el amigo de un amigo 😉) y caemos en esta pasividad en donde no nos estamos reiniciando ni reciclando, realmente estamos procrastinando (Gracias Gisela Briceño) todo aquello en lo que debemos ocuparnos.
Los momentos en los que decidimos hacer una pausa, ausentarnos o alejarnos, deben ser momentos en los que nuestro lente necesita ser reenfocado, alejarnos nos ayuda a obtener una perspectiva de lo que nos rodea y esto siempre será para nuestro bien.
Que nadie te culpe por alejarte, por no contestar mensajes, por no responder el teléfono o por decir que no irás a esa reunión en casa de Pedro José donde se reunirán a tomar unas cervezas y a hablar de sus cuitas. Si no te provoca, no te provoca y listo. Estás en tu derecho, PERO cuando pase ese proceso, toma en cuenta hablar con todos aquellos de quienes te alejaste y hazles saber el motivo por el que lo hiciste, eso hará que quienes no te conozcan bien, conozcan esa parte de ti y te dará un nivel de madurez y autoconocimiento por el hecho de que sabes reconocer cuando es necesario para ti ausentarte.
Es por ello por lo que escribo estas líneas.
“Es mentira que quienes luchan por sus sueños no descansan. Ellos duermen y se distraen pero todo en pro de reciclarse para regresar a sus luchas con más fuerzas…” (El hijo mayor de Kenia, o sea; Yo)