La primera vez que escuché el mentado Coronavirus o Covid-19 fue a finales de 2019 cuando se anunciaba el primer caso en China, debo confesar que no le di mayor importancia; como a muchas de las cosas que pasan en Asia a uno le impactan, pero pasa de “¡Ay Dios! Esos a esos chinos les pasan unas cosas…” y ya. Luego a inicios de 2020 vi un video en Facebook mostraba como en Wuhan (donde nació el virus) fue construido un hospital para pacientes con este virus en tiempo record, la construcción del complejo con capacidad para 1,000 camas fue construido en 10 días, en este momento pensé “creo que la cosa es seria…” (Ver noticia «China Acaba de Construir un hospital en días. Así lo logró.»)
Nuestro 2020 comenzó como cualquier otro año, lleno de planes, metas, con esa especie de sereno que ofrece cualquier inicio de año cuando uno siente que puede lograr cualquier cosa que se propone PERO, este año fue distinto; algo se sentía en el aire.
Trabajaba a toda marcha en Tallahassee durante los primeros 3 meses del año, el 17 de marzo de 2020 cumplía un año trabajando con esta empresa cuyo principal ramo eran los restaurantes, aquí era responsable de 3 almacenes, además de las entregas y de dejar los equipos (de cocina o refrigeración) listos para su instalación. Rodé más que un caucho por toda Florida y el sur de Georgia entregando estufas, refrigeradores, freidoras, sillas, mesas, platos, vasos, cubiertos y cualquier otra vaina que se puedan imaginar que utiliza un restaurante para ofrecer un buen servicio.
Como ya lo he dicho, este trabajo ha sido el trabajo más exigente que he tenido desde que llegué a los Estados Unidos, no tanto por las horas de trabajo si no por la intensidad. Si no saben cuanto pesa cualquier equipo de cocina comercial, les juro que mi espalda se los puede contar. A lo largo de esos 12 meses tuve que asistir a 4 sesiones con quiropráctico por molestias en mi espalda, una visita a la sala de emergencia luego de que una plancha de gas explotara en mi cara lo que hizo que se me quemaran las corneas, perdiera las pestañas, parte de mis cejas y varios mechones de cabello. Machucones, golpes, sofocones, cortadas y demás.
El 31 de diciembre de 2019 llegué a mi casa a las 9:00 pm luego de salir a las 7:30 am, tuve que viajar a Jacksonville a hacer una entrega “urgente” a un restaurante donde no había nadie y el cual tardó (a partir de ese día) dos meses para abrir.
Esto no era inusual, no era inusual tampoco que llegara a mi casa en la madrugada luego de un viaje largo, tampoco lo era estacionarme en alguna estación de gasolina para dormir 10 minutos para poder seguir el trayecto.
Recuerdo en especial una ocasión en febrero de 2020 donde venía de Jacksonville, por insistencia de mi exjefa, debíamos armar un equipo en un restaurante que aun no estaba abierto y esto hizo que saliera de Jacksonville a las 11:00 pm, ella se quedó con unos familiares en Jacksonville y yo me regresé solo. Gracias a Dios la autopista i10 tiene zonas de descanso cada cierta distancia ya que tuve que detenerme en 2 ocasiones por 15 o 20 minutos a dormir para poder llegar con bien a Tallahassee, atravesé la puerta de mi casa a las 2:30 am y al otro día tuve que levantarme temprano a entregar el tráiler que habíamos alquilado para poder trasladar los equipos.
La pandemia se venía asomando… empezaron a anunciar los primeros casos en los Estados Unidos y ahí uno empieza a asustarse…
Luego empezaron a anunciar los primeros casos en Florida… la incertidumbre, el miedo, el no saber realmente que estaba pasando hacía que todo el ambiente y toda la gente se sintiese con una aprehensión enorme.
El jueves 20 de febrero el mercado se desplomó y esto prendió las alarmas de todos, particularmente confieso que llegué a pensar que las reacciones estaban siendo exageradas, luego se empezó a escuchar por primera vez la palabra Pandemia y ahí cambió un poco mi perspectiva.
Seguimos trabajando, con cautela; en aquel momento nadie hablaba de usar guantes o mascarilla. Empezamos a escuchar rumores de restaurantes cerrando en Miami y la preocupación iba aumentando.
Empezó la cuarentena en Italia, luego en España y ese tipo de cosas solo se veían en las películas, parecía todo tan irreal… pero el susto iba aumentando.
Llegó el 17 de marzo y cumplía un año trabajando en esta empresa, para mí era un logro, pero no me sentía festivo…
Aquel día mi exjefa me dijo “Creo que sería buen momento para que te tomes las vacaciones que te corresponden” mi respuesta fue “¿Pero vacaciones a dónde?” (El país estaba prácticamente paralizado)
Durante el 17, 18, 19 y 20 era usual ver caras largas en todo el equipo de trabajo, no era algo normal…
Al mediodía del viernes 20 de marzo le digo “Sabes qué, creo que te tomaré la palabra y me tomaré las vacaciones”, su respuesta seca, mirando al suelo y con cierta vergüenza fue “Creo que en efecto vas a tomarte las vacaciones, pero sin pago. Debo salir un momento, al regresar hablamos.” quedé en el sitio.
Parte de mí sentía temor y preocupación, otra parte sentía una serenidad inconmensurable.
Mi exjefa llegó cercano a las 4:00 pm, me llama a su oficina y me dice que había tomado la decisión de cerrar operaciones -al menos- durante dos semanas. “Todos los restaurantes están cerrando y no puedo sostener la tienda sin restaurantes abiertos. Si todo esto pasa en dos semanas los llamo, si no pues esto será hasta nuevo aviso”.
Estaba siendo despedido, sin remuneración, sin liquidación, sin aviso y sin protesto.
Ese día mi vida y la de mi familia estaba cambiando de rumbo frente a mis ojos, pero de nuevo mi reacción dentro de mi cabeza era “creo que todo esto está siendo exagerado…”
Al finalizar la conversación quedamos en que debía regresar el lunes por mi último pago, para mi sorpresa, cuando fui el lunes 23 todo estaba abierto, como si nada hubiese sucedido, ahí entendí que hubo partes de ese discurso que se omitieron, no dije nada, solo pensé y reflexioné.
Hoy hace un año desde aquel día y miro atrás y me impresiona de cuanto ha cambiado mi vida y la de mi familia durante todo este año, todo para bien. Estoy seguro de que la clave fue nunca perder el entusiasmo, mantener siempre la mejor actitud ante todo lo que iba sucediendo.
Entre tanto reflexioné, analicé y aprendí muchas cosas, para mí lo más importante fue algo que ya he compartido:
No entregues siempre más del 100% en ningún empleo. Al menos que sea tu propia empresa, una meta tuya o para con tu familia; de resto no vale la pena dar más del 100 porqué acostumbras a la gente a tu 110 (por ejemplo), das más; le pones más, trabajas más tiempo, levantas más peso, etc. No somos robots; eventualmente no podrás dar el 110, resulta que das el 100 (lo que se supone que debes dar) pero pasa que como acostumbraste a la empresa a dar el 110, ahora que das el 100 sienten que estás dando menos y ni se te ocurra dar 99 porqué estarás en problemas, entonces; da el 100, haz lo que te corresponde hacer DE VEZ EN CUANDO, cuando te nazca da el 101, 105 o 110, pero no lo hagas costumbre, porqué cuando des menos te juro que se notará y estarás en problemas.
Lo más triste, aun cuando en la mayoría de los días des el 200%, cuando las cosas se pongan difíciles eres una cifra, un sueldo, algo desechable para la empresa.
(Ver video “No acostumbres a dar SIEMPRE el 110% en tu trabajo”)
Esto no te lo digo por resentimiento, no lo digo como un exempleado insatisfecho ni mucho menos lo digo con rabia, para nada. Lo digo como migrante, como esposo, como papá y como hijo. Y lo digo porqué es la tercera vez que me pasa, como bien dice el dicho “La 3era es la vencida”. Aprender esta lección me costó mucho y es por ello por lo que quiero transmitirte hoy este mensaje.
Hoy me siento fortalecido, siento que crecí en un año lo que en condiciones normales me hubiese tardado 3 años o más y eso es valiosísimo.
Hoy mi familia y yo estamos bien, agradecidos con todo lo que la vida fue poniendo en el camino porqué cada obstáculo lo utilizamos de escalón.
Tres meses después nos cambiamos de ciudad, he tenido tiempo para desarrollar muchas cosas que tenía desde hace tiempo como “pendientes”, he podido desempeñarme mejor como trabajador en otro empleo, dando el 100, cumpliendo y sobrepasando expectativa. Lo más importante es que he tenido tiempo para enfocarme en mis propios proyectos, todo gracias a aquel despido.
¿Cómo estás TÚ hoy?
¿Dónde estabas hace un año? ¿Haciendo qué? ¿Pensando cómo?
Me gustaría que escribieras en un papel todas estas respuestas y reflexiones sobre todo lo que has aprendido durante este año que ha pasado, saca lo bueno y desecha lo malo.
Para el mundo fue una pandemia, para los migrantes todo esto fue un obstáculo más.