Previo a la pandemia tuve la oportunidad de remontar una ola de crecimiento económico agresivo, pero nada accidental, nada vino solo, todo fue basado en la persistencia y sobre todo en la actitud.
Para finales de 2017 me desempeñaba como conductor de Uber, una experiencia bastante exigente, la gente dice “¿manejar? ¿Sentadito en el carro con aire acondicionado y que te paguen por eso? ¡Lo máximo!” hay que vivirlo para saber lo exigente que puede llegar a ser este trabajo. Interactuar con personas, cada una con una historia y con exigencias distintas. Estar todo el día “cazando viajes” y manejando por la ciudad puede ser divertido al inicio, pero cuando la renta, la comida, la electricidad y demás responsabilidades dependen de ello la cosa se pone un poco más complicada.
En muchas ocasiones me tocaba esperar 2 horas o más para poder hacer un viaje desde el aeropuerto, usualmente estos viajes eran rentables pero las esperas dentro del carro con la mente andando pueden ser peligrosas… El ocio se presta a muchas vainas y la mente empieza a divagar en pensamientos que -generalmente- no son positivos.
Desempeñándome como conductor ganaba lo suficiente para pagar las cuentas, pero era recurrente, cada cierto tiempo durante el día, el pensamiento “la vida tiene que ser más que esto”. Los viajes más difíciles eran cuando eran con pasajeros trajeados, estos tenían un toque especial para hacerme sentir un pelo inferior. En mi mente no dejaba de pensar que solo meses atrás también trabajaba (no de traje pero sí) con camisa, pantalón y zapatos de vestir.
El recordar esto, el vivir esto día tras día, hacía que mi actitud no fuese positiva. Vivía de mis recuerdos y de las memorias de una vida que ya no era mía. Una vida pasada, una vida que solo permanecía en alguna parte de mi cabeza que sin lugar a dudas tenía el poder de pegarme en el estomago cada vez que recordaba lo que era (no quien era).
Como naturalmente sucede, a peor mi actitud, peor eran los viajes, peor eran las ganancias, peor eran los días. Terminaba regresando al apartamento con poco dinero, con poca energía y desagradecido por la vida que tenía. Era todo parte de un batido de emociones y de recuerdos que no me dejaban vivir bien, no me permitían sacar lo bueno de las situaciones, solo lo malo.
Luego la vida empezó a recordarme de qué estamos hechos, parte de una historia dentro de otra historia y sobre la cual hablaré luego con más soltura, retomé contacto con quien es hoy mi mentor Nerio Parra, luego con Verónica Parra (que por cierto ninguno de los 3 es familia de ninguno de los 3…) ambos compañeros de promoción del colegio y quienes tenían ya algún tiempo incursionando en el tema de las finanzas.
Hasta este punto yo veía el dinero solo como eso, dinero. Mis preguntas para con Nerio eran “aja, pero ¿cómo hago más plata?” Algo característico de Nerio es su retórica, siempre muy didáctica. Él necesita explicar con ejemplos y situaciones específicas (algo que le toma tiempo) y se nos iban los días en notas de voz por WhatsApp de 5, 8 o 10 minutos. En las notas iniciales siempre llegaba al mismo punto (parafraseando) “No te enfoquéis solo en hacer más plata, enfócate en encontrar qué es lo que queréis hacer, qué te apasiona, qué te prende, eso es lo primordial pero incluso antes de eso tenéis que educarte, lee; invertí en literatura”.
Fue aquí cuando tuve mis primeros Baños de María con respecto a la Educación Financiera, entendí que el problema cuando falta el dinero, no es el dinero en sí; Podemos hacer negocios grandes, ganarnos la lotería pero si no hay un fundamento y/o un conocimiento sólido con respecto al manejo del dinero entonces este se irá como vino. Empecé a entonces a hacer mis primeras inversiones: Libros.
Leía, escuchaba videos y audios de grandes como Robert Kiyosaki, Tony Robbins, Steve Jobs, Jim Rohn, Warren Buffet, Les Brown, Napoleon Hill, Clement Stone, entre otros.
A medida que iba leyendo sobre finanzas me daba cuenta de que todos los autores llegaban a un punto en común, incluso mucho antes de llegar en sí al tema de las finanzas, todos coincidían en el tema de la gratitud, ser agradecidos, esto genera un cambio de actitud casi automático en nuestra manera de ver la vida.
En cuestión de semanas, lo que antes era tortuoso, ahora lo veía como oportunidades. Los tiempos de espera en el aeropuerto ahora los aprovechaba para leer o para ver videos y agradecía por poder tener ese tiempo de poder enfocarme en ello. Empezaba a tener mi agenda en el carro, la misma agenda que utilizaba en México para reuniones burocráticas, ahora la utilizaba para tomar notas de lo más resaltante del material que estaba consumiendo.
Impresionantemente me daba cuenta como mientras mejor era mi actitud para con lo que hacía iba generando más dinero ¿arte de magia? No. Simplemente las horas pesaban menos, lo que hacía que los viajes fueran ahora más amenos, los pasajeros agradecidos me daban buenas propinas y aparte ahora trabajaba más horas lo que hacía que mi rendimiento y mis ingresos semanales fueran aumentando gradualmente entre un 5 a un 10%. Para mí esto fue una epifanía… Indiana Jones encontrando el Arca Perdida, Superman enterándose que venia de otro planeta, Colón llegando a América. Era darme cuenta de una herramienta con alcances inimaginables que estaba en mi propia cabeza.
A medida que fueron pasando los meses iba generando más dinero, ahora me quedaba dinero para ahorrar e incluso para comenzar a hacer mis primeras inversiones y esto último me motivaba aun más lo que hacía que entonces trabajara más y buscara formas no solo de trabajar más si no de hacerlo inteligentemente, hacía mapas de la ciudad, sabía las horas que había más movimiento en cuales zonas de la ciudad, entre otras cosas.
Posteriormente se presentó una oportunidad de negocios en Tallahassee, para mí era la oportunidad perfecta para seguir creciendo y para dejar (AL FIN) de trabajar para Uber. Nos mudamos entonces a Tallahassee donde lamentablemente las cosas no salieron como esperamos… digamos que el negocio no era malo, lo malo era quienes lo dirigían más arriba de las personas que nos invitaron a participar en este. Agradezco enormemente a la vida y a quien me invitó a formar parte de esto mi -también- compañero de promoción Luis Omar Contreras quien vio un potencial en mí que ni yo mismo veía y quien hizo todo para ayudarnos incluso cuando el barco se estaba hundiendo. En Tallahassee entendí lo que realmente es vivir una vida que no depende solo de ingresos y egresos, en Tallahassee reaprendí a vivir.
Ya esto lo he dicho en el podcast, en videos y en múltiples ocasiones; en el transcurso de octubre de 2017 mi familia y yo quedamos parcialmente indigentes, nos tocó vivir en un hotel porqué no teníamos donde vivir. Todo el equipaje, camas desarmadas, el corral de Mateo Ignacio, todo lo teníamos apilado en aquella habitación sencilla del hotel «La Casa Inn» (gracias a Dios no teníamos muchas cosas). Tocaba abrir de nuevo mi teléfono y con la mejor actitud del mundo abrir nuevamente la aplicación de Uber y gracias a ello; una combinación entre gratitud, buena actitud, muchas horas rodando y parte de mis inversiones pudimos mudarnos al apartamento que ocupamos durante casi tres años.
Luego les hablaré de la cantidad de horas que trabajé y de como hicimos para -poco a poco- ir acomodándonos en aquel apartamento que ahora se no hacía enorme luego de meses de vivir en un cuarto.
Las cosas empezaron a fluir, Tallahassee es una ciudad hermosa, para mí fue amor a primera vista. De esas ciudades que cuando entras en un vecindario la gente ondea la mano saludando y donde increíblemente, puedes estar parado en el semáforo con la luz en verde y tiene que pasar mucho tiempo para que alguien se atreva a tocarte la corneta.
Toda esta combinación hacía que conducir fuese mucho más fácil, los viajes eran mejor pagados, la gente mucho más amable y poco a poco iba viendo como mis ingresos semanales iban en aumento. Para estar alturas, en noviembre de 2017 ya ganaba poco más del 30% de lo que ganaba en octubre.
Tallahassee es una ciudad universitaria, por ende, la vida de la ciudad, la economía y demás depende de las clases en las universidades (la Universidad Estatal de Florida, La Universidad de Mecánica y Agricultura de Florida y el Tallahassee Community College) y de manera secundaria depende de los políticos; Tallahassee es la capital de Florida y una vez al año los políticos se reúnen en el capitolio a legislar, fuera de esto, cuando no hay clases en las universidades y cuando no hay política el ritmo en la ciudad baja abruptamente.
En el aeropuerto, ya para los meses de marzo y abril los conductores empezaban a acordar los planes para el verano, que incluían viajar a Destin, Fl. y hacer Uber en la ciudad donde la playa llama a una buena cantidad de turistas para el verano. Otros planificaban buscar trabajos alternos y esto me generaba cierta ansiedad, en mi caso, el carecer de certificaciones que avalaran mis competencias como profesional hacían improbable el hecho de poder desempeñarme en un trabajo profesional en los Estados Unidos.
Llegaba el mes de abril y mis ingresos por semana iban disminuyendo, la preocupación iba en aumento, pero siempre conservé la fe de que todo estaría bien, podía aguantar un par de semanas gracias a los ahorros, pero esto no sería suficiente. Empecé a hacer llamadas y fue cuando toqué la puerta a la oportunidad (no al revés).
Una de las personas que conocí y con quien compartí durante los primeros meses en Tallahassee en aquel intento de negocio fallido, el Sr. Mauricio Rosales, ahora trabajaba en construcción, un empleo que generalmente cuando se da en proyectos grandes, puede ser una fuente de ingresos fluido. En aquel momento yo solo sabía cambiar bombillos, en algún momento, viviendo en México instalé un ventilador en el cuarto y en Venezuela durante el mes de diciembre era tradicional pintar, por lo que al menos lo básico podía hacer.
Conseguí mi primer trabajo en construcción en el cual empecé el 8 de mayo de 2018, la diferencia de sueldo no era mayor cosa con respecto a mis ingresos con Uber en aquel momento, pero tenía trabajo y esto era ganancia.
El primer día de trabajo empecé botando basura y moviendo piezas de madera; recuerdo de manera especial ese primer día… Mi jefe me pidió re-acomodar una «paleta» (estiba) de piezas de madera de 2×4 pulgadas de 8 pies de largo cada una. Debí re-acomodar poco más de 60 piezas que estaban en el estacionamiento frente al edificio que se estaba remodelando. El estacionamiento a cielo abierto y a 40 grados centígrados en pleno verano de Florida hicieron que -literalmente- alucinara… Hoy lo cuento entre risas, pero fue algo fuerte. Veía luces de colores, vi gente que realmente no estaba allí entre una serie de cosas más a causa del calor y la deshidratación. Mi jefe se dio cuenta de esto y de una vez me dijo “Gustavo, hombre; dale suave, toma agua. La idea no es que te explotes, la idea es que se haga el trabajo, no rápido, no lento, pero que se haga”. Un buen hombre el Sr. Juan (Salvadoreño).
En el transcurso de esa semana di todo y más, en las tardes llegaba a la casa arrastrando los pasos y el dolor en los pies era tal que cuando me bañaba que el agua tocaba mis pies, rompía a llorar.
Los primeros 2 días fueron un reto bastante difícil, a medida que los días iban pasando le iba agarrando el truco, siempre con la mejor actitud. Se suponía que ganaría $11 por hora de trabajo, 5 días a la semana. Le puse tanto corazón durante la primera semana que, sin discusión, el viernes (finalizando la primera semana de trabajo) el Sr. Juan alcanzó su cartera y me dio el dinero en efectivo acompañado con estas palabras “Muchacho, me gusta mucho como trabajas, quedamos en $11 por hora, pero te pagaré a $12 y si quieres trabajar los sábados dime y cuadramos”. Naturalmente escogí trabajar dos sábados por mes y esto hizo que mis ingresos aumentaran, ahora a un 40% de lo que ganaba en haciendo Uber.
Poco después de cumplido el primer mes de haber empezado a trabajar en construcción (en junio de 2018) el Sr. Juan tuvo problemas con la contratista encargada de la remodelación del conjunto residencial (“The Monroe Apartments Homes» o “La Monroe” como le llamábamos) en el que estábamos trabajando y tuvo que abandonar sus labores. Nuevamente Mauricio entró al rescate; al ver que ya había aprendido más cosas y que me sentía más seguro en mis labores, me recomendó con otra de las subcontratistas que estaban en el conjunto residencial, ahora tenía una jefa. Con ella el trabajo los sábados no era opcional, ahora trabajaba todos los sábados del mes. Esto dispararía mis ingresos a un 50% en comparación a lo que ganaba haciendo Uber.
Estuve trabajando con la Sra. Rosalba Cabrera (Mexicana) desde junio de 2018 de manera ardua. Un equipo de trabajo sólido y bien organizado por el segundo al mando mi hermano Arnaldo González (Puertorriqueño) hacia que todos funcionáramos con precisión y organización. Con Arnaldo reafirmé la necesidad de mantener una buena actitud para el trabajo, un carajo a quien difícilmente se le ve molesto por algo.
(Luego hablaré de lo clave de hacer un buen trabajo y como las relaciones y las personas que conocí en este momento me ayudaron posteriormente a mantenernos a flote durante la pandemia)
Hubo llamados para trabajar horas extra hasta las 12:00 am, 1:00 am, 2:00 am y difícilmente alguno decía que no. En una ocasión por agotamiento no pude y tuve que retirarme temprano, pero esto eran excepciones. En ocasiones trabajábamos 14 días ininterrumpidos y difícilmente llegaba tarde a cualquiera de estos días, insisto; la buena actitud en un trabajo exigente es un reto, pero a la vez, es clave.
El 11 de octubre de 2018 el huracán Michael tocó tierra en las costas de la región del Panhandle en Florida donde se vieron duramente afectadas las ciudades de Port Saint Joe, México Beach, Panama City, Panama City Beach, Lynn Haven entre otras.
En Tallahassee (a 2 horas y media de distancia) estábamos en alerta ya que se esperaban vientos de entre 50 y 60 mph, estuvimos sin electricidad un par de días a causa de la caída de una buena cantidad de árboles y por la alerta de huracán el trabajo estaba detenido en la Monroe.
El 12 de octubre cumplimos 24 horas sin electricidad; Aimée y yo cargábamos los celulares en el carro y ese día con el 2% de la batería en mi teléfono recibí la llamada de Arnaldo a las 9:30 am “Hermano, vamos a Panama City a trabajar ¿te animas?” Mi respuesta inmediata fue “¿A qué hora nos vamos y dónde nos vemos?”
A las 12:00 pm del 12 de octubre fui el primero en llegar al punto de encuentro (mi jefa se dio cuenta de esto).
Luego de una travesía de más de 11 horas llegamos hasta Pensacola a pasar la noche y al día siguiente partiríamos a Lynn Haven (ciudad vecina de Panama City) donde comenzaba la Zona de Desastre. La función inicial fue derribar árboles en una casa de una pareja de ancianos y de ahí debimos ir a Panama City con urgencia a cubrir techos que habían sufrido daños a causa de los vientos, fue aquí donde empecé a agarrarle «cariño» a los techos; tengo un aprecio enorme por lo que me ayudaron a lograr y aparte de esto, la inspiración que se alcanza estando arriba no tiene comparación.
Durante la noche del mismo día en el que fue tomada la foto de la portada de esta publicación (donde salgo en el techo) el 14 de octubre, mi jefe y dueño de la subcontratista para la que trabajaba, el señorón Víctor Villanueva (Mexicano) me enseñó a remover alfombras durante una remoción de emergencia en un apartamento que había sufrido daños por el agua y al día siguiente (lunes 15 de octubre) me asignaron como jefe de uno de los grupos encargados de la remoción de alfombras en el conjunto residencial «Andrews Place». Debíamos ir apartamento por apartamento (a un ritmo de entre 25 a 30 apartamentos por día) donde debíamos remover las alfombras humedecidas, una labor titánica ya que las viviendas estaban ocupadas y con la gente incómoda por el procedimiento.
Estuvimos trabajando 15 días sin descanso, la casa que nos asignaron para dormir no tenía camas y los supermercados estaban cerrados por orden de la ciudad que estaba en toque de queda por lo que durante un par de días dormimos en el piso; mi almohada era la toalla que llevé y la cobija era mi propia ropa. Mis jefes siempre estuvieron atentos a todo lo que hacíamos, de nuevo, todo fue cuestión de actitud. Luego los jefes mandaron a traer (desde Tallahassee) colchones inflables y productos de higiene junto con comida.
No pasó mucho tiempo para que la Sra. Rosalba se diera cuenta de que medio “machuco” el inglés y le pidió a Arnaldo referencias sobre mí para luego asistirle directamente a él en la coordinación de los trabajos en Panama City junto con Mauricio.
Un par de semanas después Arnaldo debía atender dos proyectos, uno en Port Saint Joe y otro en Jacksonville y este evento hizo que ahora yo estuviese coordinando los trabajos en Panama City mientras Arnaldo cerraba los proyectos a los que fue asignado, fue aquí cuando en menos de un año estaba ganando el doble de lo que ganaba haciendo Uber.
Todo partió desde la actitud, ver las oportunidades y aprovecharlas al máximo, desde la gratitud, desde ver lo bueno incluso en las situaciones más adversas, desde en el como vemos lo que nos sucede y la atención que prestamos a los eventos que día a día se desarrollan ante nosotros.