
Muchos migrantes -especialmente venezolanos- salimos de nuestros países con una buena tanda de títulos, certificados, cursos, diplomados e incluso postgrados con la esperanza de poder ejercer nuestras carreras más allá de nuestras fronteras.
“Nadie es profeta en su tierra mijo” dice mi mamá, con esta bandera, en muchos casos salimos de nuestros países creyendo que las puertas se nos abrirían solas como generalmente pasaba en Venezuela.
En mi experiencia particular me gradué a los 21 años en mayo de 2004 y gracias a Dios, a mi familia y a buenas relaciones que se dieron en el transcurso de mi paso por la universidad donde estudié, desde enero de 2004 ya estaba trabajando como profesor de la universidad donde me estaba graduando.
Aunque no era lo que estaba en mis planes originales de hacer un postgrado en el exterior y estar de mochilero junto con mi guitarra por todo Europa, era lo que tocaba hacer en ese momento. Nunca olvidaré aquella conversación en la mesa del comedor del apartamento de mis papás en diciembre de 2003 donde mi tío Nerio Vílchez, exdecano de la facultad de Humanidades de la Universidad del Zulia me decía “Gustavo Elías, aquí está este plan de estudio para que puedas cursar la carrera de educación. Esto te ayudará a abrirte más puertas, Dios mediante, comenzarás a trabajar en la UNICA (Universidad Católica Cecilio Acosta) en enero del próximo año” en ese momento -sin darme cuenta- mi vida estaba dando uno de sus giros más importantes.
En el libro Proyecto: Migración explico toda la situación familiar que vivimos a finales de 2003 e inicios de 2004 donde mi papá fue diagnosticado con cáncer en fase terminal, como hijo mayor, un hermano de 13 años y mi mamá quien desde que yo era niño dejó de trabajar para abocarse a mi crianza no tenía opción, era lo que tocaba hacer.
De otros de mis tíos, Néstor Parra, aprendí que cuando uno va a hacer algo debe buscar ser el mejor haciéndolo “Mijo, hacé las vainas bien, sé el mejor en lo que hagáis, tanto que cuando alguien necesité hacer lo que vos sabéis hacer bien, automáticamente piensen en vos”.
Con esto en mente, comencé entonces a hacer mi carrera en Educación Musical, enfocado más hacia la Tecnología Educativa o lo que en aquel momento se estaba comenzando a dar a conocer mucho como «TICs» (Tecnologías de la Información y la Comunicación) aplicado al campo educativo, estaba tan enfocado en hacerlo bien que esto hizo que en el transcurso de los 7 años que estuve trabajando para la UNICA fui profesor de -al menos- 8 asignaturas y tuve la oportunidad de ser tutor por parte de la universidad en 6 sedes en el occidente del país. A mediados de 2006 la universidad me pidió participar (junto con un grupo de profesores) en un Diplomado de Educación Virtual y luego me asignaron como responsable de la Plataforma de Educación Virtual de la universidad para la carrera de Educación Integral, lo que me hacía responsable de atender a más de 160 profesores a nivel nacional y donde tuve suerte de conocer personas con un valor enorme. Creo que necesitaría una entrada completa solo para mencionar la gente buena que conocí en la UNICA (necesitaría también una entrada completa para mencionar a la gente no tan buena…)
Eso de que “nadie es profeta en su tierra” pensaba que no era tan real, en algún momento sentí que no podía irme mejor, al menos profesionalmente hablando.
(Actividad «Huella Ecológica» en la Universidad Católica Cecilio Acosta. Junio de 2010)
En 2006 obtuve el título como Licenciado en Educación mención Música, tuve la oportunidad de graduarme con mención honorífica Magna Cum Laude y preferí no asistir al acto de grado, sinceramente no era un título que me emocionaba obtener.
Como pasa cuando uno crece muy rápido, en 2011 mi carrera en la universidad estaba llegando a su ocaso, situaciones políticas y personales me estaban haciendo cada vez más difícil seguir en mi alma mater. De esas situaciones en las que a uno le toca o salir con la frente en alto permaneciendo en el bando de los buenos o pasarte al lado de los malos para sobrevivir y no… no se me da eso de estar del bando de los malos.
Fue entonces en 2011 cuando empezó mi proyecto de migración, recibí la oferta de trabajo desde México a donde viajé para trabajar como Maestro de Guitarra Clásica, lo demás ya lo saben.
En México tuve grandes oportunidades para seguir desarrollando mi carrera enfocada en la Tecnología Educativa. La Educación nunca fue mi vocación, debo confesarlo. Pero, al combinar la Educación con algo que me apasiona (como es la tecnología) me hacía verle el lado bueno a eso que no me gustaba y me motivaba a seguir aprendiendo y a seguir creciendo. Tuve la oportunidad de crecer con un ritmo un poco más brusco en comparación a como pasó en Maracaibo, en México tenía poco (o nada) que perder y mucho que ganar, lamentablemente las cosas empezaron a oscurecer con el crimen organizado en el estado donde vivíamos y de nuevo, por nuestra seguridad tocaba salir pa’ vivir… y vino la migración de México a Estados Unidos.
(Centro Estatal de Tecnología Educativa del estado de Tamaulipas, México. Agosto de 2013)
(Evento con el Coro Escolar del Instituto Filadelfia en Ciudad Victoria, México. Marzo de 2013 – La última vez EN MI VIDA que utilicé traje…)
Luego de más de 12 años de vida profesional, llegaba a un país cuyas oportunidades de desarrollarte profesionalmente sin haber estudiado en una universidad “de la casa” son bastante reducidas.
Como ya lo he dicho en varias ocasiones, comencé trabajando para Uber.
En una ocasión recogí a una persona en un hotel reconocido en la zona del Downtown de Miami, una zona conocida por ser uno de los distritos de negocios más importantes del sur de los EEUU, se monta este pana de unos 35 años de edad vestido con un traje azul claro, camisa blanca y corbata color vino oscuro. Nunca olvidaré el atuendo ni su cara ya que me hizo sentir más pequeño que una hormiga por haber llegado 3 minutos tarde al punto de partida donde él se encontraba, traté de explicarle que él había puesto el pin de la ubicación de manera incorrecta y su respuesta con voz fuerte y tono bastante prepotente fue «¿¡Pero qué te pasa boludo!? ¡Espero no perder mi vuelo porqué si no te voy a reportar!» Ahí me di cuenta que era argentino y a lo largo del trayecto al aeropuerto solo pensaba ¿Cómo entre hispanos nos tratamos de esta forma estando lejos…?
Semanas más tarde empecé a hacer entregas de comida porqué había poca gente solicitando servicio de viajes y estaba muy recortado de dinero, lo normal para el primer año como migrante en los Estados Unidos.
Aquella tarde cercano a las 2:00 pm sonó la aplicación y veo el pedido; 10 pizzas. Me encontraba en Coral Gables (a 10 minutos del Downtown de Miami). Me estacioné como pude ya que la pizzería se encuentra en Coconut Grove, una zona bastante concurrida de esta área, un tipo me quería cobrar $15 dólares por estacionarme los 2 minutos que me tardaría en recoger las pizzas, ni modo; tocó estacionarme en doble línea frente al restaurante, me bajé apresurado y finalmente llegué al mostrador donde me entregaron las pizzas. Acomodo las pizzas en la maleta (cajuela) del carro de la manera más cuidadosa posible, me montó en el carro, pongo el GPS y la dirección de entrega estaba a unos 8 minutos. Llegué a la dirección y era una torre empresarial, me tocó de nuevo buscar estacionamiento, hablar con el encargado del Valet Parking para decirle que solo me bajaría a entregar las pizzas. Me bajo, busco el ascensor y 12 pisos más tarde, como si todo lo anterior no hubiese sido suficiente, la recepcionista “amablemente” me pidió que dejara las pizzas en la sala de conferencias de aquella oficina…
Cuando entré a la sala para mí fue un “flashback”, ver a la gente concentrada en su reunión, debatiendo quizás que, todos vestidos como yo solía vestirme; con pantalones casuales y camisa (por dentro) y ahí estaba yo, en zapatos deportivos, jean y franelita (playera), siendo el carajo que estaba entregando la comida para el almuerzo de estos señores… es decir… (suspiro…)
Sentí un nudo en el estomago que hacía que me costara respirar, bajé por el ascensor con el aliento entrecortado. Salí al estacionamiento, me subí al carro, lo prendí y a medida que iba avanzando por la avenida Ponce de León iba ya casi llorando. Mi hermano, quien ya tenía casi 2 años viviendo en Miami, me llamó en ese momento y me escuchó con la voz entrecortada y sollozando mientras le decía “Brother, no puedo más. No puedo.” y Ernesto con el tono más calmado del mundo y con el acento maracucho bien marcado me dijo “Papi, calmáte… Te va a tocar o empezar a estudiar pa’ que podáis trabajar en lo tuyo o regresarte, porqué la idea de todo esto es que estéis tranquilo, no que viváis triste…”
“Trabajar en lo tuyo” se convierte en una máxima, en un sueño, en la meta de muchos migrantes que salimos con títulos profesionales de nuestros países.
Desde aquel momento entonces me senté a ver todo lo que tenía que hacer para poder optar a tener un trabajo parecido a los trabajos que tuve en Maracaibo o en Ciudad Victoria (México) y requería de mucho tiempo y dinero (que no tenía). Pensaba en aquel momento “Para invertir todo ese tiempo y todo ese dinero creo que sería preferible comenzar un negocio”. Luego de varios episodios parecidos a este, los cuales iré narrando, fue cuando tomé la decisión de comenzar a hablar con Nerio Parra, de quien ya he hablado en un sinfín de ocasiones.
Luego de aquí mi vida empezó a girar, grado a grado hasta que fueron 180 (grados). De esto hablo en la entrada “Cómo dupliqué mi sueldo siendo Migrante en menos de un (1) año” (leer la entrada)
Entendí que todo lo que me estaba pasando era una señal clara que la vida me estaba dando para hacerme entender dos cosas, (a) me sentía quemado, luego de tanto trabajar en oficinas, no me había dado cuenta de que no era realmente lo que quería seguir haciendo y (b) la vida me estaba haciendo ver que estaba viviendo de manera incorrecta; estaba viviendo bajo la convicción de que debía tener una carrera, un buen currículum para poder ganar dinero y no, la cosa no es así y fue hasta aquí cuando entendí esto. La vida -con está nueva migración- me estaba dando una oportunidad de volver a comenzar.
Si la cosa no es trabajar SOLO para ganar dinero ¿Cómo es entonces?
Como migrantes tenemos una ventaja, NO TENEMOS NADA QUE PERDER. Por ello tenemos la oportunidad de descubrir realmente que es lo que nos gusta hacer, por eso tengo rato insistiendo en la frase “Volver a lo básico”. Empezar desde aquí entonces y cuando uno hace lo que le gusta, les juro que el dinero tarde o temprano empieza a fluir. Naturalmente, hay cuentas por pagar, uno tiene que comer, tiene que vestirse, PERO mientras vamos cubriendo estos gastos haciendo un trabajo que -de repente- no nos gusta mucho, tenemos entonces la oportunidad y la responsabilidad de ir descubriendo lo que nos gusta y ya esto es un punto de partida.
La diferencia entre quien ahorita está trabajando como mesonero (solo por mencionar un ejemplo) al que está trabajando como ingeniero “haciendo carrera”, “trabajando en lo suyo” es que el segundo debe invertir una cantidad de energía enorme en conocimientos aplicados que aprendió desde la universidad y que hoy debe ir refrescando y actualizando para desempeñarse bien en su trabajo y no ser despedido porqué ser despedido significaría pasar un buen tiempo buscando trabajo en esa misma área, aplicar, asistir a entrevistas, evaluaciones, etc. A medida que, con ese nivel de vida los gastos también son mayores ¿o no? ¡Están claros…! Un ingeniero gasta muchísimo más al mes, vive en mejores zonas y come en los restaurantes donde está el pana siendo mesonero y la sola idea de que su puesto esté en riesgo genera una sensación aprehensiva en su estómago.
La ventaja que tiene el mesonero es que no necesita invertir tanta cantidad de energía, de hecho, mientras sirve mesas, su mente puede estar divagando en una nueva idea de negocios, aparte de que su nivel de gastos es mucho menor lo que podría facilitarle 1. Rotar de un trabajo a otro y 2. Comenzar su nuevo emprendimiento mientras pide un día libre a su jefe, el trabajo de UN mesonero, donde hay OCHO mesoneros no es indispensable como el trabajo de UN ingeniero especialista en una empresa donde es el único en su área,
¡OJO! NOTA IMPORTANTE: No quiero decir con esto que estoy en contra de quien hoy trabaje como ingeniero, arquitecto, abogado o cualquier otra carrera siendo migrante. AL CONTRARIO, para ellos mis respetos y admiración. “Cualquier hombre que trabaje en lo que sea que trabaje para proveer a su familia es un ganador” (Autor Desconocido – lo aprendí de Nerio Parra)
¿Por qué hago estás comparaciones? De nuevo; no tengo nada contra el profesional que luche por trabajar en su área, la intención de esta entrada es poder ayudarle al profesional a hacerle ver que no tiene nada de malo en trabajar en algo que no sea lo suyo y abrirse a encontrar otras cosas que podrían convertirse en lo nuevo “suyo”.
Conozco migrantes que eran ejecutivos en bancos importantes en Venezuela y hoy descubrieron su pasión por la cocina y aunque trabajan en cosas que no les gustan al 100%, su motivación es que llegarán a sus casas a dedicarse entonces a aquello que les gusta hacer y ya esto es ganancia. Con el paso del tiempo la rentabilidad de eso que les gusta será mayor a la de sus trabajos y en este punto podrán entonces dedicarse de lleno a su pasión y no están como Gustavo en Maracaibo, en México o recién llegado a Miami pensando que necesitan trabajar en su “carrera” para poder vivir plenamente.
“Carrera” una manera curiosa de llamarlo, es una competencia sin ganadores. Donde todos esperamos envejecer en un trabajo ¿y luego qué? ¿Después de viejo vas a comenzar a hacer lo que te gusta?
Hermano(a) si saliste de tu país y hoy siendo migrante estás trabajando en lo tuyo ¡me siento feliz por vos! Estáis representando una generación entera cuya educación superior llegó a ser una de las mejores de Latinoamérica ¡Me siento orgulloso tuyo! PERO por favor; te pido que no te sientas superior a quienes están labrando su camino desde abajo, al mesonero, al que vende arepas en la calle o al paisano vendedor del quiosco y SOBRE TODO, te recomiendo con afán que evaluéis tus gastos, tu estilo de vida, no dependáis de una sola entrada y aprendé habilidades que te ayuden a sobrevivir en cualquier contingencia, de repente así iréis descubriendo otras vainas que se puedan convertir «en lo tuyo».
Salimos de nuestros países queriendo seguir viviendo la vida que vivíamos cuando estábamos en él, con las mismas prácticas, los mismos paradigmas, las mismas costumbres y no nos damos cuenta de que la migración es una oportunidad de rehacer nuestras vidas y de corregir todo lo que veníamos haciendo mal.
Es más fácil aprender por uno mismo a esperar que la vida te lance un balde de agua para que te des cuenta de esto.
“Trabajar en lo tuyo” ¿es que acaso SOLO hay una cosa en el mundo que sea “lo tuyo”?