
Inicialmente, lo más importante es no confundir felicidad con éxito y viceversa, he conocido un sinfín de personas que son exitosas en sus carreras, en cumplir sus objetivos, en lograr lo que soñaron, pero realmente no se sienten felices.
Si alguien me pregunta ¿qué quiero para mis hijos? Mi respuesta sería corta, precisa y puntual: quiero que sean felices.
Desde hace años tengo un compromiso no escrito con Tomás Elías, mi hijo mayor (en la foto de portada), un contrato verbal que dicta que los viernes alrededor de las 7:00 pm debo ir con él a comprarle una pizza de pepperoni la cual compartimos como cena en familia este día en particular. Antes de la pandemia, en varias ocasiones me tocaba salir de viaje y no podía ir con él a buscar su pizza, por lo que su mamá la pedía entonces para que la llevaran a domicilio, pero luego me daba cuenta de que su satisfacción no era la misma, su felicidad era que fuéramos los dos por la pizza y las conversaciones que teníamos en el trayecto.
En una de las tantas idas por la pizza me dice “Papá, cuando sea grande quiero ser repartidor de pizzas…” Cuando un niño te dice que quiere ser Astronauta, Piloto o Bombero uno lo entiende, es lo usual, pero cuando tu hijo de 7 años te dice que quiere ser repartidor de pizzas te quedas sin palabras… Mi respuesta (serena) fue “¿y eso Tom? ¿Ya no quieres ser astronauta o bombero? Para lo que su respuesta fue “Puede ser… pero antes de hacer todo eso quiero ser repartidor de pizzas y tener mi propia pizzería.” Ahí fue cuando lo entendí… mi chamo no estaba pensando en un sueño de profesión, estaba proyectando lo que le hace feliz y como lo que quería repartir no eran pizzas en sí, sino hacer entregas a domicilio de esa plenitud que él siente cuando él va por su pizza y vivir de eso día a día.
En este momento sentí necesario empezar a trabajar en su educación financiera, el ejemplo que yo le he venido dando es “debes trabajar muy duro, llegar sucio y/o madrugar para poder ganar dinero” y realmente no es eso lo que quiero enseñarle, por lo que luego de cada llegada tarde o cuando me ve llegar sucio trato de llamarle al cuarto, mirarle a los ojos y ponerle la mano en el hombro con firmeza y decirle “No tienes que trabajar duro para poder ganar dinero, lo importante es que trabajes en algo que te haga feliz, cuando consigas tu pasión y trabajes en ello, el dinero fluirá ¿ok?” “-Sí papá…” Posteriormente me he preocupado por comprarle libros de finanzas para niños y hacerle seguimiento, debo decir que mi competencia (el iPad) es bastante dura, pero igual, hago la lucha y le explico según va leyendo.
Cada cierto tiempo (al menos una vez a la semana) le pregunto a Tomás ¿cuál es la diferencia entre ahorro e inversión? Él sabe el valor de la respuesta, cuando lo siento dudoso lo mando a leer y así poco a poco voy fomentando en él de manera temprana la educación financiera.
De vez en cuando nos hace presentaciones magistrales de sus ideas, estás van desde ropa interactiva hasta desarrollo de software, la chispa en sus ojos cuando habla de esos temas es una señal de que está haciendo clic desde ahorita con lo que quiere hacer cuando crezca.
¿A qué me refiero con Educación Financiera para nuestros hijos? no es únicamente “Cómo hacer más plata”, es enseñarles que incluso ganando poco pueden administrar bien, poder producir más y vivir bien, poder tener tiempo de hacer lo que les guste hacer y es ahí cuando podrán entonces pensar en ideas para monetizar lo que les guste hacer sin necesidad de que vivan sacrificados trabajando en empleos que no sean de su agrado, solo pensando en pagar cuentas si no pensando en maneras de poder vivir plenamente.
Con el paso de los años, me he dado cuenta de que aún en un país desarrollado como este, el sistema educativo es tan obsoleto como en los países subdesarrollados. Pude ser testigo de como el mismo Tomás iba avanzando a buen paso en su lectura en inglés durante su primer año en la escuela y aun así las calificaciones eran deficientes, por lo que le repetí a Aimée mi pensar sobre las calificaciones “sabes qué, no te preocupes por las notas. Definitivamente la escuela no está evaluando su avance si no el resultado final comparado con el resultados de los demás niños de su grado.” Además de esto, es algo que he escrito en varias ocasiones, de hecho, fue uno de los primeros videos que grabé cuando comencé con Proyecto:Migración; el día que a los niños les enseñen en la escuela sobre migración, finanzas, felicidad y resiliencia, ese día me preocuparé por sus calificaciones. (Ver video en YouTube)
Como papas nos preocupamos tanto por las calificaciones de nuestros hijos, por el puntaje de la escuela, por cuánto nos costará la universidad, qué carrera estudiarán, PERO los aspectos más importantes para que ellos se desarrollen como individuos felices se lo estamos dejando a la suerte, a la vida o al azar. Nos preocupamos porque aprendan de matemáticas, pero no a manejar el dinero. Aprenden primero las señales de tránsito que el significado de la palabra equidad y, de hecho, como niños migrantes, parte del currículum oculto es aprender en el recreo de manera práctica lo que es la inequidad. Nos preocupamos porqué aprendan de lenguaje, pero no les dejamos hablar en clase porqué está mal expresarse y decir lo que se siente cuando se siente…
Vivimos en un mundo tan jodido que décadas después del establecimiento de las escuelas tradicionales AÚN tenemos escuelas llenas de sillas con niños enérgicos donde insistimos en que permanezcan sentados mirando el pizarrón y aspiramos a que todos piensen igual y quien piense distinto es un rebelde… nos burlamos del individualismo, no solo nos burlamos, lo humillamos, lo vejamos y le caemos a golpes, todo con el fin de programar las mentes de nuestros muchachos para que piensen y razonen según un puntaje, según una calificación ¿y dónde queda su felicidad?
Voy con mi hijo menor, Mateo Ignacio; un carajito cuya «valemadrismo» (irreverencia) se puede ver desde el espacio.
Su actitud es la de un bohemio que con sus 5 años solo busca satisfacción por las cosas que le producen alegría, así va por toda la casa tratándole de sacar sonido a cualquier objeto, cantando en bocaquiusa cuanta melodía se le atraviese por la mente y pronunciando las pocas palabras que se sabe en inglés mejor que cualquiera de nosotros PERO, es obligado a permanecer sentado de 7:40 am a 2:00 pm de lunes a viernes en una clase enciclopedista, con una maestra que no para de hablar a través del monitor de un computador y con todo y eso la maestra nos dice que el niño no le presta la atención suficiente…
¿es en serio?
Es decir ¿Teniendo la oportunidad de innovar en herramientas educativas gracias a las clases en línea, utilizando computadores que yo no hubiese podido ni imaginar usar cuando era niño, las aspiraciones son entonces hacer lo mismo que se hace en los salones de clase presenciales, pero en línea? 15 niños en silencio escuchando a todo lo que dice su maestra quien espera que todos den por sentado que ella es quien posee la verdad absoluta del universo desde su creación y cuando un niño quiere hablar, le silencian el micrófono.
Hoy en vez de procurar la tecnología para innovar en las estrategias de enseñanza, están innovando en estrategias de alienación para con nuestros hijos, algo no está bien y dudo en que me canse de decirlo.
Durante mis años como profesor era un tema que no podía evitar tocar en cuanta reunión me invitaran y las respuestas eran bien simples «Así se ha venido haciendo desde siempre profe.» o «No se pueden los métodos educativos de la noche a la mañana.» en casos más extremos y de mis menos favoritos «Profe no hablemos de eso, díganos mejor ¿cuándo se va a cortar el cabello?» (juro que no es broma).
En una ocasión en una escuela en México me enviaron con la directora por un reporte de la maestra de 2do grado de primaria, donde enfatizaba de manera molesta «los niños se ven muy felices aprendiendo en la clase de música mientras juegan…»
Dicho todo esto creo que queda clara la necesidad de enseñarle a nuestros hijos desde casa la importancia de ser únicos, los valores, los criterios, el disfrutar las cosas pequeñas de la vida, el hecho de que no necesitan mucho para vivir experiencias inolvidables. La capacidad de discernir entre lo que está bien y lo que está mal y de lo que la sociedad nos quiere hacer creer está bien y entre lo que realmente está jodido en este mundo.
Hoy disfruto viendo a Tomás y a Mateo negociar utilizando como moneda circulante los chocolates o cualquier otra chuchería, ocasionalmente sirvo de arbitro y en otros casos soy yo quien negocia con ellos y les enseño algunos principios básicos de negociación como Oferta y Demanda o Apalancamiento de la manera más didáctica y sin que ellos se den cuenta de que les estoy enseñando algo.
Que la herencia que le dejemos a nuestros hijos además de ser el hecho de que pudieron crecer en países con libertades (aunque con desigualdades) sea también el dejarles valores bien plantados. Como papás tenemos una labor enorme, debemos evaluar cuáles de los valores que nosotros aprendimos de nuestros padres son los que nuestros hijos deben aprender hoy, en el dinamismo de este mundo hay muchas cosas que nosotros aprendimos que en el presente son obsoletas, como por ejemplo «Estudia mijo, es lo único que nos queda en la vida…» o «Estudia que pesa menos un lápiz que una pala…» juro que sí, pesa menos un lápiz que una pala y lo sé porqué por mucho que estudié igual me ha tocado trabajar con palas o con vainas más pesadas.
Naturalmente y de manera comprensible aprendimos esto de nuestros papás cuyas aspiraciones reales eran permanecer en un trabajo durante 30 años para luego ser jubilados y cobrar una pensión. Esto hoy no aplica para nuestra generación, imaginen si aplica para la generación de nuestros hijos…
Si queremos ofrecerles a nuestros hijos la posibilidad un futuro mejor, comencemos desde ahorita a enseñarles las diferencias entre sueldo y ganancias, entre ahorro e inversión. Entre empleado y auto empleado, entre emprendedor e inversionista. Entre igualdad y equidad. Entre migrante y refugiado y entre éxito y felicidad.