
Ahhh… Navidad…! El tiempo donde todos nos volvemos locos comprando regalos para los intercambios, “Amigos Secretos”, la gente del trabajo, la familia, rumba, bebezón, comelonas y demás…
Este año la vaina será un pelo distinta, la pandemia generará cambios obligados en toda esta forma de navidad a la que estábamos acostumbrados y creo que es la oportunidad perfecta para volver a lo que -en esencia- es la Navidad: un tiempo de compartir lo poco y lo mucho, de regalar amor. De dar cosas de valor, no me refiero a cosas caras no, cosas agreguen valor a nuestras vidas.
Desde hace un par de años atrás me he dado cuenta que lo bonito de los regalos no es lo que cuesten y aunque lo que diré es algo que probablemente lo has leído (o escuchado) un centenar de veces; lo realmente bonito de esta época es que tienes la oportunidad de dedicar tiempo para evaluar qué tanto conoces a las personas que te rodean; el tomarte tiempo para pensar ¿qué necesita? ¿Qué puedo regalarle que agregue valor a su vida? ¿qué podrá gustarle? ¿De qué color? ¿Qué talla es? Y esto nos permite conocer más y acercarnos más a las personas que nos rodean.
He experimentado en varias ocasiones lo que es dar regalos caros y no agregar valor a la vida de quien recibe el regalo así como he experimentado el dar regalos sencillos, algo que me tomó tiempo pensar, buscar y realmente detectar que es algo a lo cual la otra persona le dará uso. Particularmente prefiero la sensación de dar el segundo tipo de regalo y no es porqué cueste menos no, es porqué GENUINAMENTE la intención es lo que cuenta y las personas se dan cuenta cuando te tomaste el tiempo de buscar algo que “se parezca” a ellos, y cuando simplemente te fuiste por la opción cara pensando que con esto generarás satisfacción.
Vivimos en tiempos donde todo el mundo aparenta; vivimos de la presencia, de lo que llevamos puesto, de cuánto llevamos en nuestra cartera, del carro que manejamos, de dónde vivimos y al final, todo lo mencionado es prestado, alquilado, lo debemos o -de plano- no nos pertenece y es algo transitorio o efímero.
Tengo fe en la humanidad y en que en algún punto volveremos a lo básico (me encanta esta frase, volver a lo básico) y poder apreciar lo realmente bueno de las personas y no lo que lleva puesto. Viviendo en los Estados Unidos puedo decir con total seguridad que el carro que manejas, la ropa que llevas puesta, donde vives, los lugares en los que comes no es más que un reflejo de la capacidad de endeudamiento, no de cuanto ganas y MUCHÍSIMO MENOS de cuanto valemos.
NAVIDADES FUERA DE NUESTRO PAÍS (SUSPIRO…)
Es innegable recordar las tradiciones navideñas de nuestros países cuando estamos fuera de él, en el libro Proyecto: Migración dediqué casi 3 páginas enteras de la manera más descriptiva posible a como eran las navidades en mi ciudad natal (Maracaibo, Venezuela). Las primeras navidades fuera de Venezuela fueron especialmente nostálgicas, luego nació Tomás Elías y empezamos a sentir menos nostalgia. Ahora nos ocupábamos en crear nuevas tradiciones que son las que él recordará junto con su hermano cuando crezcan y luego ellos mismos podrán comenzar nuevas tradiciones con sus familias. Qué el hecho de que que tus fiestas no incluyan el plato típico de tu país no afecte las tradiciones que hoy forman parte de la vida de tu familia; crea nuevas tradiciones para ellos, crea recuerdos que sean bonitos y que serán los que ellos de ahorita hasta que sean grandes atesorarán.
Desde que salimos de Venezuela puedo contar 6 navidades donde en nuestra mesa no hubo Hallacas, las primeras dos navidades sin allacas pegaron DURO; en la tercera navidad pudimos ir a Venezuela y en la cuarta… de nuevo… Sin hallacas (ni pan de jamón, ni ensalada de gallina). A partir de esta 4ta navidad fuimos agregando elementos distintos que hoy son parte de la tradición de Tomás. Estando en México cambiamos las hallacas por un Tamal en hoja de maíz y hoy, hay que buscarle a Tomás su tamal. Para mi es satisfactorio porqué es parte de lo que es hoy su tradición, de las vainas que él recordará. Así fuimos cambiando las hallacas por los tamales, el ponche por Rompope, los chocolates Savoy por Carlos V o Kinder y una serie de elementos que cambiaron, pero que en esencia trataban de lo mismo, una tradición.
Que las tradiciones de tus hijos estén llenas de cosas buenas, que la nostalgia y el apego a TUS tradiciones no sean parte de sus recuerdos de estas fechas.
CARTA AL NIÑO JESÚS
Aun conservo aquella tradición que desde niño me enseñaron mis papás; pedirle al Niño Jesús algo que deseo y que tengo la certeza de que es algo que necesito, sea tangible o intangible. El Niño Jesús ha sido participe de momentos que indiscutiblemente marcaron un hito en mi vida: la guitarra donde aprendí mis primeros acordes fue un regalo del chamo Yisus, y así puedo pasar horas enumerando regalos valiosos. Gracias a Dios, mis papás en su frugalidad reflejaban en sus regalos cosas a las que realmente les daba uso, en 9no grado de bachillerato el Niño Jesús me regaló una calculadora científica por ejemplo 😀 😀 😀 aunque no fue el regalo que pedí no puedo negar que era algo que usaba -mínimo- 6 días a la semana.
Todavía, siendo grande escribo mi carta al Niño Jesús; no de manera ilusoria o en una fantasía de ganarme la lotería o pedir cosas imposibles esperando que aparezcan debajo del árbol. Pido por una causa en específico, o que me ayude y es necesario hacerlo por escrito (Escuchar el Ep. 024 | La importancia de tener un Diario), ya lo he dicho; cuando escribimos, empezamos a materializar ideas y una vez nuestras ideas, metas y deseos empiezan a hacerse algo tangible estamos en un verdadero punto de partida a la materialización de eso que queremos lograr (en la siguiente entrada escribiré sobre las Metas).
Independientemente de tus creencias, te recomiendo que luego de leer este artículo escribas tu carta con el destinatario en el que creas. Si lees esto después de navidad haz tu deseo como parte de tus metas de año nuevo, si lo lees luego de año nuevo, guarda esto y escribe un recordatorio para que hagas esto en la siguiente navidad.
Siendo grande aun me ilusiona la Navidad, me renueva la fe en la bondad de las personas y en el que el mundo puede ser un lugar mejor para nuestros hijos. Aun me ilusiona saber que el 25 en la mañana recibiremos el regalo de una vida mejor, de cumplir lo que nos propongamos y de que la vida en sus vueltas en complemento con nuestro esfuerzo y dedicación nos pondrá donde sea que queremos llegar.
Regalemos aquello que nos carece, regalemos más de lo que somos, demos cantidades de alegría, apreciemos lo que nos rodea y a quienes nos rodean. Tomémonos el tiempo de hacer buenas obras, ayudar a quien lo necesita, no solo se trata de regalar por intercambio; regalamos porqué sabemos que recibiremos un regalo, no. Empecemos a regalar aun cuando sepamos que nos recibiremos algo material a cambio, en cambio una sonrisa, un agradecimiento, un gesto de aprecio y/o buena energía y si aún así no recibimos esto inmediatamente, la vida te regresará traducido de otra forma todo lo que das. El mundo necesita más de esto y menos de vainas que solo se vuelven basura con el paso de los años.