
Creo firmemente que en el top 10 de retos que cualquier migrante puede vivir, criar a sus hijos fuera de su país de origen está fácilmente en los primeros tres lugares de esta lista (si no en el primero).
El no tener quien los cuide, el tratar que conserven las tradiciones con las que tú creciste, que coman de manera saludable, que se adapten, las videollamadas con su abuelos, tíos, primos (y paremos de contar porqué no sigo escribiendo…) hace que todo el proceso de crianza durante los primeros años posea una dificultad de esas que de momentos hace que nos apartemos en una esquina a respirar profundo y a dejar escapar una lágrima.
Como migrantes debemos tratar de evitar caer en algunas situaciones que harán -para nuestros hijos y para nosotros- más duro este proceso.
- Presionarlos para que se adapten:
Seamos sinceros, en la mayoría de las ocasiones esperamos más de nuestros hijos de lo que incluso nosotros mismos podemos dar y entonces queremos que ellos se adapten a la migración a un ritmo similar (o peor aún) más rápido que nosotros.
(Si migramos a un lugar donde el idioma es distinto está situación puede generar una presión aun mayor).
Recuerden que nosotros migramos y no les consultamos a ellos ni cuando ni a donde (si nacieron en tu país de origen) si nacieron en el extranjero el proceso de adaptación no es más fácil, pero se da un poco de manera más natural, sin forzarlo mucho.
Recuerdo los primeros días de escuela de Tomás Elías (mi hijo mayor) nacido en México y los cuales no eran solo sus primeros días en la escuela si no sus primeros días interactuando con gente que no hablaba ni papa de español. Durante las primeras dos semanas llegaba llorando a la casa porqué nadie le entendía y él no entendía a nadie… No podía presionarlo, es decir, era otro idioma.
En el transcurso de la 3era semana se orinó encima porqué su maestro no entendió cuando Tomás le decía que necesitaba ir al baño lo que hizo necesario que su mamá diseñara una tarjeta que él portaba religiosamente en su bolsillo y debía mostrarla a su maestro para que este supiera cuando necesitaba ir al baño. Para nosotros era como un carajazo en el estomago porqué migramos a un lugar sin tomar en cuenta que él no hablaba el idioma; en algún momento le dije a Aimée “si el niño no se adapta en los siguientes dos meses debemos considerar la posibilidad de irnos a otro lugar donde hablen español”.
Con el paso de las semanas y los meses Tomás se fue adaptando, semanalmente en su escuela empezó a recibir clases de inglés de parte de una maestra que hablaba español y eso catapultó su proceso de adaptación sin ser presionado de ninguna manera por nosotros. Cuando sinceramente no sentía ganas de ir a la escuela no lo obligábamos, durante 3 meses se levantaba de la cama llorando todos los días, pero responsablemente asistía a sus actividades sin necesidad de ser presionado, hablábamos con él, le aupábamos y esto hacia que su confianza en si mismo aumentara.
No les hablo de Mateo Ignacio (el menor y modelo en esta foto) porqué está comenzando a asistir a kínder apenas este año con la modalidad virtual y aunque los retos son similares (con el idioma) su presión es menor, el baño lo tiene a menos de 10 pasos por lo que las preocupaciones son distintas. Cuando la maestra tiene mucho tiempo hablando y Mateo “considera” que perdió el hilo, cierra el laptop y listo… Hasta que su mamá se da cuenta, le pega dos gritos y este vuelve a su lugar. Él regresa a su lugar y todo continúa. Aimée se frustra pero no lo podemos presionar mucho; es un niño en edad pre-escolar recibiendo clases de 7:40 am a 1:00 pm, a través de una maestra que está en una pantalla.
- Intentar llenar vacíos con juguetes o electrónicos:
Al igual que nosotros intentamos llenar nuestros vacíos con cosas de la misma manera lo intentamos hacer con nuestros hijos con juguetes, consolas de video juegos, tabletas, celulares, etc. Lo entiendo, nosotros hemos caído en esto una y otra vez. Al principio uno se siente aliviado, cumple con esa premisa que profesamos desde el momento en el que supimos que íbamos a hacer papás “mi hijo tendrá todo lo que yo no tuve” e intentamos hacer de esto algo literal sin darnos cuenta que solo estamos poniendo pañitos de agua tibia sobre algo que va más allá; el vacío que ellos sienten durante los primeros meses y esporádicamente a lo largo de los primeros años de la migración es en mayor o menor nivel similar al vacío que nosotros sentimos, de nuevo; nosotros decidimos por ellos.
Recuerdo que Tomás mostró señales leves de depresión una semana antes de nuestra salida de México, empezamos a darnos cuenta de que dormía irregularmente durante el día y su humor se sentía como apagado, algo que no era normal en él, esto con solo 4 años. Era algo duro, pero entendimos que al igual que nosotros, él también estaba llevando su proceso y no quedaba más que hablar mucho con él, explicarle cada paso, emocionarlo con el viaje y poco a poco su ánimo iba de subida y luego bajaba de nuevo, su mamá estaba atenta a esto y cuando lo detectaba le hablaba, le escuchaba y seguía animándolo.
- Ignorar las normas del sistema de salud del país de origen:
Esto nos costó MUCHÍSIMAS incomodidades en los eventos de los nacimientos de cada uno de nuestros hijos en el extranjero y aun nos sigue generando incomodidades en eventualidades o emergencias.
En el Micro Episodio “Hijos / Niños Migrantes” del podcast y en el capítulo con el mismo nombre del libro Proyecto: Migración hablo sobre lo que pasamos durante el nacimiento de Tomás y de Mateo en México; por desconocimiento del sistema de salud mexicano pasamos por malas noches, desesperos, discusiones con médicos y enfermeras y un sinfín de eventualidades más. Cuando nació Tomás dije “nada, somos papas primerizos es normal”, luego en el nacimiento Mateo entendí que el problema era mi desconocimiento del sistema de salud pública mexicano, que aunque no es mi favorito, es donde estábamos y había que apegarse a eso o pagar muy buen dinero en un parto pago con médicos escogidos por nosotros en el ala privada de cualquiera de los hospitales de la ciudad.
La idea no es convertirnos en especialistas del sistema de salud del país donde vivimos, pero sí -al menos- conocer los protocolos del sistema de salud pública y privada; como pedir citas médicas, optar a seguros de HCM (Hospitalización, Cirugía y Maternidad), entre otras cosas nos evitarán muchísimos malestares a la hora de que nuestros hijos nazcan en el extranjero o en el caso de que hayan nacido en tu país de origen, saber a donde ir y que hacer en caso de una emergencia, vacunas, exámenes, entre otras cosas y sobre todo NUNCA comparar el sistema de salud del país donde vives con el de tu país de origen, en ocasiones las diferencias son abismales (para bien o para mal).
- Criarlos como nos criaron a nosotros:
Entender y aplicar esto aun me cuesta trabajo, los muchachos no vienen con manual. Nuestra manera de criar a nuestros hijos es una reproducción, un versión 2.0 de la crianza que nosotros tuvimos, PERO las variables Tiempo/Generación y la variable Extranjero/Exterior/Foráneo/Migrante/Ajeno hacen que los modelos con los que a nosotros nos criaron se vuelvan un tanto obsoletos o -literalmente- fuera de lugar.
Como papás migrantes es oportuno tratar de innovar en métodos de corrección de conductas, castigos, sermones (los sermones en mi niñez eran larguísimos, ahorita si mi sermón dura más de dos minutos ya pierde el sentido). Los niños en la actualidad, como parte del dinamismo de las sociedades en las que vivimos, piensan más rápido, van más allá, son expertos en tácticas evasivas y de manipulación (A mi chamo menor lo regañamos y empieza a tirar besos y a buscar abrazarnos). Toca entonces evaluar la esencia de nuestra crianza, esos aspectos que en el fondo eran básicos y efectivos y que no se erosionan con el paso del tiempo:
Hacíamos algo mal -> REGAÑO (amonestación verbal) o CASTIGO (limitándonos a hacer algo que nos gustaba) -> ¿lo hacíamos de nuevo? -> ¡¡PELA!! -> no lo volvíamos a hacer -> FIN.
(PELA: estímulo negativo físico en glúteos (nalgadas), piernas o brazos)
A nosotros nos regañaban, nos castigaban y nos daban pelas, con un solo elemento (regaño, castigo o pela) era suficiente en la mayoría de los casos. Los métodos eran distintos, pero me quedo con la idea esencial y primitiva de que un estímulo negativo corregirá una conducta negativa (los psicólogos le llaman a esto Conductismo), tomando en cuenta también que puede ser efectivo premiar cuando hacen algo bien. En la actualidad eso no funciona con la misma efectividad, pero funcionan en complemento de otros métodos.
El “ahora no verás televisión” o el siempre añorado pero nunca extrañado “Chancletazo” no es tan efectivo como lo era con nosotros. Ahora -aparte de la televisión- tienen tabletas, computadores, celulares, video-juegos portátiles entre mil artilugios más que gustosamente podríamos prohibir su uso pero ¿qué tan efectivo es aplicar esto de manera aislada?
No quiero ni siquiera entrar en el tema del chancletazo porqué con eso de las leyes de protección al menor la vaina se complica… Si yo le hubiese dicho a mi mamá bien plantado “si me pegas de nuevo recurro a la LOPNA” me causa escalofrío solo pensar en las consecuencias inmediatas que esto me hubiese generado… Aun caminase mirando hacia atrás del cachetadón que me hubiesen propinado, SIN EMBARGO, conozco casos de personas a quienes la policía les ha tocado la puerta porqué sus hijos llaman al 911 por ser “maltratados”, cuando en el caso de la mayoría, fueron pelas bien merecidas.
En mi caso, lo que aplico de mi crianza con mis niños es un regaño, y un castigo -si es necesario- en casos más extremos: una nalgada, de resto tengo que consultar día a día con mis colegas (papás) para ver de que manera mejorar e innovar las técnicas.
Ser papás es un reto, para cualquier ser humano, ser papá migrante es otro nivel. Algo que me ha ayudado mucho es consultar con otros papás migrantes sobre qué les funciona y que no, una especie de grupo de apoyo no oficial ayuda muchísimo, el nombre de la obra no es Ser Mejores Papás si no Criar Personas de Bien, con capacidades superiores a las nuestras para afrontar los retos que la vida impone en su paso, hable del dinamismo de las sociedades en las que vivimos, esto también aportará a que en el futuro para ellos, los retos sean mayores.
En la fotografía: Mateo Ignacio Parra y Aimée López (su mamá)