
Aun me cuesta entender el afán del migrante que va a otro país e insiste en entrometerse en la situación política del país que lo está recibiendo, por un lado, entiendo que lo que pase con la política del país que nos alberga nos afecta directamente, pero por otro lado no me cabe en la cabeza como habiendo salido de países con situaciones políticas graves tenemos la osadía de opinar sobre los problemas políticos de otros países…
Formamos parte de una sociedad, de un entorno y de un país que está sirviendo de anfitrión pero esto no nos derecho a opinar públicamente sobre lo que sucede en este o mucho menos a criticar las decisiones de los propios; dejemos la política a los políticos y a quienes tengan derecho a votar. Entre nosotros podemos hablar de política, somos libres (gracias a Dios y al haber migrado) de poder expresar nuestras ideas libremente, pero una cosa es expresar mis ideas en íntimo y otra muy distinta es pretender hacerlo en público o juzgar las decisiones políticas de quienes nacieron en ese país.
He tenido conversaciones sobre política con muchos migrantes, esto en círculos muy cerrados, donde cada uno plantea un punto de vista y se genera un debate con una profundidad digna de grabaciones para el podcast, pero no lo haría, son discusiones que no salen de ese círculo. No tengo cara para publicar mi opinión sobre tal o cual partido (de un país que no sea el mío) en mis redes sociales y muchísimo menos en el podcast.
“Es que esto va por el mismo camino que Venezuela” es un pregón que vengo escuchando por paisanos desde 2016 en México y juro lo entiendo, en el caso de los venezolanos está incluso de más decir que lo entiendo, pero ¿somos tan soberbios como para estar totalmente seguros de lo que sucederá en el futuro? Realmente creo que lo más prudente que podemos hacer ante este tipo de situaciones es ser espectadores; si las situaciones que se van desenvolviendo no van en armonía con lo que nosotros esperamos a la hora de migrar entonces es cuestión de evaluar, empezar a vender los coroticos, empacar las maletas y arrancar para otro lado. Es preferible hacer esto que opinar activa y abiertamente sobre los temas políticos del país que está siendo anfitrión para ti y para tu familia en su proyecto de migración.
Imagina que hoy me invitaras a tu casa o -incluso- me aparezca sin invitación; luego de explicarte el motivo de mi visita me invitas entonces a pasar. Me preguntas si quiero comer algo; acepto la comida y mientras nos sentamos a comer nos ponemos a hablar y de repente tu hijo se pone a hacer pataletas en medio de la sala y yo empiezo a darte consejos (sin que me lo hayas pedido) sobre como educar a tu hijo para que no haga esas pataletas PRIMERO sabiendo que tengo un hijo en mi propia casa cuyas pataletas son mucho peor y SEGUNDO cuando estoy en TU casa donde me estás dando de comer… ¿cómo te sentirías?
Luego esperamos que todo el mundo quiera a los migrantes y nos reciban con los brazos abiertos cuando muchos llegamos pretendiendo saber más que todo el mundo sobre política y nos ponemos de profetas del desastre por situaciones que por azar o por mal tino se parecen a algunos eventos que hemos vivido en el pasado.
“Calladitos nos vemos más bonitos” dicen por allá; muchas veces lo mejor es “tragar los buches de San Prudencio” (como dice mi mamá) ante un entorno que realmente no nos está preguntando nuestra opinión. Estoy convencido de que las realidades de los países que vivimos -por muy graves que sean o que puedan llegar a convertirse- si ya detectaste una vez un patrón que escapaba de tu manos y tuviste el valor de soportar hasta que no pudiste más para luego salir cuando sentiste que no tenías otra opción, podrás hacer lo mismo nuevamente, las veces que sean necesarias, tú decides cuánto estarás dispuesto a soportar y dar chance de ver hasta que punto los eventos políticos que sucedan te afectarán (o no).