El pasado 1ero de octubre de 2020 tuve la oportunidad de participar como invitado en la emisora de radio PangeaFM con motivo a la presentación del libro Proyecto: Migración. Una vecina a quien conozco desde que tengo uso de razón Leidy Chacón (una de las primeras personas que leyó el libro y quien sigue el proyecto desde sus inicios), le habló a su cuñada Miliana Bohórquez sobre el proyecto y Mili tuvo a bien de ofrecerme un espacio en su programa radial para hablar puntualmente sobre el proyecto.
En un punto de una entrevista bastante amena, pero con la profundidad que el tema amerita, esta estuvo a nada de extenderse en el momento en el que llegábamos a la reflexión sobre la humildad con la que regresaría el venezolano que decida volver en algún momento al país y qué tantos serían -realmente- los venezolanos quienes (habiendo hecho vida en el extranjero) decidan regresar. Fue un punto de inferencia tan profundo que Miliana mencionó incluso la necesidad de una entrevista donde exclusivamente se hable de ello a lo cual accedí sin pensarlo dos veces.
En esta entrada siento la necesidad de adelantarme un poco a esta discusión (si llega a darse) ya que la reflexión se hace bastante profunda y sentida porqué a lo largo del camino, he conocido paisanos que apenas caiga el gobierno -cuando sea que Dios quiera que esto suceda- lo primero que harán será comprar un boleto de regreso al terruño, así como también he conocido a muchos más que no tendrían ese mismo reflejo.
¿Cómo saber a nivel macro quién se iría y quien se quedaría? Fue el primer punto en el que sentado en mi escritorio me preguntaba para tratar de ordenar un poco la idea:
Pienso que esto va a depender de dos factores:
- La vida Pre-Migración.
- La vida Post-Migración.
Para ilustrar este punto utilizaré como ejemplo las realidades de personas que conozco para quienes utilizare nombres ficticios:
Realidad 1 – Luis Pérez:
Vida Pre-Migración: Luis fue empresario en Venezuela, posee una serie de propiedades en el occidente del país (una casa en la playa, una hacienda, una casa y un apartamento en los andes venezolanos). Luis gozaba de buena fluidez económica hasta el año 2014 cuando el gobierno venezolano decidió expropiar su hacienda, lo que lo llevó a declararse en quiebra, un par de años después Luis tomó la decisión de migrar a los Estados Unidos.
Vida Post-Migración: Luis actualmente reside en los Estados Unidos y con sus 60 años trabaja como ayudante en construcción trabajando entre 9 a 10 horas por día de los cuales también debe invertir 1 hora para ir de su vivienda al trabajo y 1 hora para regresar del trabajo a su vivienda.
Realidad 2 – Mariana Riera:
Vida Pre-Migración: Mariana Riera era estudiante en Venezuela, no pudo terminar su carrera ya que, siendo estudiante de una universidad pública, entre huelgas y paros se le hizo cuesta arriba poder terminar su carrera universitaria, decidió migrar a Chile.
Vida Post-Migración: Mariana logró encontrar un trabajo que le permite cubrir sus gastos, ahorrar un poco y ayudar a su familia en Venezuela. Actualmente Mariana con sus 25 años se perfila a abrir su propia empresa con miras a poder costear, entre otras cosas, su carrera universitaria en Chile y poder cumplir una de sus metas principales, culminar sus estudios universitarios y poder ejercer su carrera en ese país.
En este punto ya sabes las probabilidades que existen entre que el Sr. Luis Pérez y Mariana Riera regresen a Venezuela (es muy probable que Luis regrese al país en cuanto caiga el gobierno y que seguramente Mariana decida quedarse haciendo vida en Chile), con esto cubro la variable ¿qué determinaría que el migrante venezolano regrese al país o se quede en el país a donde migró?
Ahora bien, en esta entrada no pretendo hacer una tesis sobre las probabilidades de retorno de los más de 7 millones de personas que han salido de Venezuela (cifra según la ACNUR). Mi intención es centrar esto sobre un punto en el cual ya he mencionado tanto en el libro como en las redes sociales; en vez de pensar “cuando regrese a mi país…” deberíamos pensar mejor en “¿qué le puedo ofrecer a mi país cuando regrese?” y este punto no va dirigido solo a las personas que piensan regresar en algún momento dado, también va dirigido a las Marianas Riera en todo el mundo que lograron conseguir una VIDA (con todas sus letras) en el extranjero, cosa que su propio país no les pudo ofrecer.
Aún tengo fe en la humanidad, y sé que, entre tantas cosas, la migración ha hecho que muchos estudiemos doctorados en humildad, y este fue el punto inicial que disparó esta reflexión.
Muchos salimos de nuestro país con ínfulas más grandes que Dios y tuvimos que darnos bastantes trancazos a lo largo de los primeros meses como migrantes para entender no solo lo necesario de la humildad, si no lo transversal que se vuelve en nuestras vidas cuando no pensamos en base a lo que somos, si no en base a quienes somos.
He conocido a muchos migrantes (no solo venezolanos OJO; mexicanos, argentinos, chilenos, dominicanos entre otras 17 nacionalidades más) que cuando les pregunto “¿Quién eres tú?” me dicen “Mi nombre es Armando, soy arquitecto, pero aquí hago Uber porqué bueno, tú sabes…” o “Mi nombre es Teresa y soy residente permanente” y así un mar de ejemplos más y es que nos olvidamos de Quienes Somos por pensar tanto en Lo que Somos y es aquí cuando entiendo el nivel de frustración, insatisfacción -e incluso- infelicidad con el que vivimos muchos migrantes.
Recuerdo que una de las primeras actividades que hice en los Estados Unidos fue con Uber, era chofer y me incomodaba tanto cuando me preguntaban “y aparte de Uber, cuéntame ¿a qué te dedicas?” era tan difícil para mí explicarle a un americano que estudié la carrera de música, pude estudiar posteriormente educación musical, un diplomado en Educación Virtual y otra docena de cursos más que se ven bien lindos en un curriculum que más nunca utilicé. Trabajé desde los 21 años como profesor universitario en Venezuela y desde mis 30 en México también como profesor, era un cuento tan largo y tan inútil porqué antes sus ojos yo era simplemente un conductor. Prefería entonces responder de manera tímida y puntual “soy músico…” y luego venía la pregunta obligada “¿¡ah sí!? Y ¿Cómo se llama tu grupo?” ¡¡Dios!! Si todo lo anterior no era suficientemente agónico, esto último me mataba. Debía explicar que a pesar de que estudié música, en aquel momento no tenía tiempo para dedicarme a la música y luego recibía una mirada como de lástima… No era grato.
Luego de -al menos- 15 veces que me preguntaron eso y 15 veces que me sentía incómodo (no solo con la pregunta si no con la respuesta) me di cuenta de que la vida me estaba enseñando la Humildad en su más pura esencia y a través de muchos maestros vestidos de pasajeros, por lo que decidí sentarme con la agenda que utilizaba desde que vivía en México y empecé a escribir una especie de resumen muy corto de Quién Soy Yo, un ejercicio que te invito a que hagas para evitar la misma incomodidad que muy probablemente sientes cuando te pregunten esto.
Esto me ayudó enormemente a dos cosas; Primero a aceptarme desde quien soy y no a sentirme “mucho” por lo que soy; a final de cuentas mis títulos están metidos en una caja plástica y ahí se quedarán por mucho tiempo porqué solo son un pedazo de papel; un papel que no representa quien soy, solo representa lo que aprendí desde el punto de vista técnico sobre temas específicos. Segundo me ayudó mucho a hablar, actuar y a sentir todo desde la humildad, no desde lo que sé, si no al contrario, desde lo que no sé.
Muy probablemente el ingeniero, el arquitecto, el médico y el abogado que dijo junto con salir “¿¡yo!? ¿¿¡¡Servir una mesa a alguien más por propinas!!?? ¡Noo chico! ¿¡Te volviste loco!?” y casos parecidos mientras se desempeñan en trabajos lejanos de sus perfiles, están teniendo también su dosis de humildad lo que entonces me lleva al punto final:
Quienes decidan regresar a Venezuela en una semana, un mes, un año o en una década podrán ofrecer un nivel de conciencia colectivo tal que ayudarán a reconstruir un país no desde lo que saben o desde LO QUE son, sino desde lo que no saben y desde QUIENES son (solo escribirlo me eriza la piel porqué) esto nos pondrá en una ventaja enorme.
No dejo fuera a quienes decidan quedarse en el extranjero construyendo una vida, claro está que ellos también aportarán no solo al país donde residen si no a su gentilicio con una humildad ejemplar y con un empuje tal que incluso desde lejos podrán ayudar a construir un país. Un país no lo compone solo quienes lo habitan, si no quienes lo sienten, lo respetan y lo añoran aun estando lejos.