Quienes nos creemos expertos o que ya nadie nos puede decir nada sobre migrar cuando tenemos dos 2 años (me atrevería a decir 3 o hasta 5 en algunos casos) aun estamos pasando por las primeras fases como migrante, en algunos casos ya entrando a la última fase (la filiación). Al igual que muchos, aun teniendo 5 años o más de haber migrado cometí ciertos errores que me hacían llegar al punto de no entender porqué no conseguía la tranquilidad que salí buscando. Esta publicación va para ti, para ellos y también para mí.
1. TRABAJO – TRABAJAR EN CUALQUIER COSA Y PERMANECER EN ESE TRABAJO DURANTE TIEMPO PROLONGADO.
Naturalmente cuando migramos, lo primero que hacemos es buscar un empleo que nos permita generar un flujo de dinero que a su vez permita comenzar a cubrir lo que yo llamo “gastos de adaptación” (primeros meses de renta, primeras compras de comida, transportación, etc.). Aunque muchos migrantes salen de sus países con algunos ahorros, estos duran muy poco, por lo que la misión junto con llegar a nuestro destino es conseguir un trabajo.
El error que comentemos muchos migrantes es optar a desempeñarnos en empleos que se vuelven tortuosos y decidimos hacerlos solo por el beneficio económico en el que esto se traduce. Obviamente, a veces es preferible hacer un trabajo que no me gusta en lo más mínimo pero poder comer, poder pagar renta, electricidad y agua PERO llega un momento en el que ya teniendo permisos para trabajar o teniendo nuevas opciones para desempeñarnos en otros trabajos entramos en una especia de zona de Comfort/Discomfort, es decir, odiamos lo que hacemos pero “más vale malo conocido que bueno por conocer” y ahí entonces caemos en el error de desempeñarnos durante mucho tiempo en un entorno que no nos suma, que no nos reta si no que pasamos a cumplir una función solo por el beneficio de un sueldo. Te alcanza para pagar los gastos, con suerte te alcanza para ahorrar un poco, pero ¿y tus metas? ¿y tú pasión? ¿Dónde quedaron?
Generalmente los malos trabajos vienen acompañados de malos jefes y (si eres de los muchos desafortunados) también de malos compañeros de trabajo, créeme, estos trabajos se vuelven un reto oportuno en muchas ocasiones, pero en otras pueden llegar a consumir tantas de tus energías que cuando llegas a tu casa no quieres saber más nada del mundo… le pasó al amigo de un amigo… 😉
No caigas en el error de permanecer mucho tiempo en un empleo que no te suma; con el paso de tu vida con migrante te darás cuenta de que tienes muchísimas oportunidades de hacer actividades que generen ingresos sin que esto te reste vida. Empleos o actividades que ayudarán a encontrarte contigo, con esas metas que tenías cuando saliste de tu país y con esa pasión que hace que te levantes todas las mañanas con la fuerza del mundo en tus piernas y brazos.
2. FINANZAS – NO CONTROLAR NUESTRAS DEUDAS Y AHORRAR POCO (O NADA)
¿Quién no salió de su país y llego al nuevo lugar a dormir en una colchoneta de goma espuma o en un colchón inflable? Yo pasé por eso y de hecho aun lo hago; en ocasiones debo salir de la ciudad por trabajo y si no hay hotel toca quedarse en casa ajena y dormir en un colchoncito inflable, cuando viajo nunca salgo sin él (fue una lección que me tocó aprender a la mala pero eso será para otra publicación).
Comenzamos a trabajar y el primer objetivo es comprar una camita para que así como nuestro amigo inseparable (el colchón inflable) como nosotros podamos descansar mejor y por ende rendir mejor en nuestras actividades diarias ¿Qué sucede en este punto? Muchos no nos conformamos con comprar una camita, no; como ya estamos devengando un sueldo que nos alcanza para cubrir los gastos inmediatos, nos da por endeudarnos y comprar no solo cama si no, la cabecera, las mesas de noche, las lámparas, el ropero y el espejo (lo que conocemos en Venezuela como el “juego de cuarto”) y “¡mi alma! ¿Juego de cuarto nuevo con sábanas viejas y un gavetero sin ropa?” y (sonido de caja registradora $$$) “¡juego de sabanas y ropa nueva para el cliente!”.
Llega la primera quincena después de haber adquirido la deuda y nos damos cuenta de que la pudimos cubrir sin problemas y empezamos a sentir que al cuarto “le hace falta algo” entonces vamos y compramos una tv, no algo sencillo, tipo 24 o 30 pulgadas, no señor, compramos la de mejor marca y la más grande que nos permita comprar el crédito, por qué claro, la compramos también a crédito.
Así poco a poco comenzamos a sentir que estamos progresando porqué tenemos más y más cosas, pero también nos empezamos a dar cuenta que mes tras mes nos está quedando menos y menos de dinero para otros conceptos.
Así pasé de comprarme un juego de cuarto, tv, comedor, un carro nuevo, celulares, ropa a cantaros y todo lo que mi crédito aguantara comprar, pero con el paso del tiempo -aunque teníamos más cosas- me seguía sintiendo vacío y mes tras mes mis cuentas eran más altas y mis ahorros eran menos (casi nulos).
El segundo error que cometemos como migrantes es ir gastando más a medida que vamos ganando más, empezamos a olvidarnos que fuera de nuestro país la situación laboral puede cambiar de un día a otro. Olvidamos la vulnerabilidad en la que estamos y que si pasamos un par de días sin trabajar la cosa se nos pone apretada para la renta o para las cuentas de los servicios básicos.
Calculo que en México mis deudas llegaron a ser cercanas a los $200,000 pesos mexicanos (unos $15,000 dólares americanos) y lo más irónico de todo es que luego 4 años después, cuando decidimos salir de México, regalamos un montón de cosas y rematamos muchas más que en algún momento fueron una deuda y al final salimos con muy poco.
Es probable que leas esto y digas “sí, pero es que yo no tengo planeado salir de donde estoy” y te entiendo, pero… nosotros tampoco lo teníamos planificado cuando adquirimos todas esas deudas. Nosotros pensábamos simplemente en compensar todas las incomodidades que pasamos y ¡nos lo merecíamos! Pero poco pensamos en que si llegase el día en el que debíamos salir de donde estábamos ¿qué nos quedaría? A la final nos quedó muy poco.
3. RENTAS ALTAS – VIVIR EN LUGARES CAROS
En el caso específico de los venezolanos, muchos salimos con una sensación de vacío enorme porqué llego un momento que salimos sin querer salir y esto es algo que muy poca gente lo entiende, solo quien pasó por eso.
Esto hace busquemos casi de manera inmediata llenar esos vacíos que nos genera la migración y ¿qué es lo primero que busca el migrante cuando llega a una nueva ciudad? Dónde vivir.
Después de que la tía, el primo, el hermano o el cuñado nos recibe amablemente en su vivienda mientras nosotros arrancamos y empezamos a ser parte de la maquinaria productiva del país en el que ahora estamos, ya nos equipamos con lo principal (el juego de cuarto, la tv y los jugueticos que nosotros pensamos que nos van a aliviar el despecho de la migración) entonces hay que buscar donde vamos a vivir.
Resulta que la tía -que tiene 3 años de haber migrado- vive en una buena zona de la ciudad y “¡conchale! ¿Pa’ que nos vamos a ir tan lejos si ya conocemos por aquí?” y entonces empeñamos el alma para poder pagar una renta que puede llegar a equivaler a ¾ partes de nuestro sueldo para vivir en una buena zona para ‘disque’ empezar a sentirnos que pertenecemos más al lugar. Esto es irónico porqué mucha gente ahora hace vida a 4,000 kms de distancia del lugar de donde crecieron y cuando llegan a una ciudad nueva les genera ansiedad el mudarse a 10 minutos del lugar donde inicialmente llegaron y lo entiendo perfectamente; Nosotros estuvimos 5 años viviendo en Ciudad Victoria (México) y nunca salimos de la zona centro de la ciudad, y ojo, no era una zona barata, por el contrario, pero hacíamos lo que fuera por no tener que salir de esa zona, así eso significara quedarnos con menos dinero para otras cosas, pero poder pagar una renta en un buen lugar.
Si ya pasaron por toda la dificultad que implica salir de sus países, les juro que vivir un año en un lugar económico les va a permitir por un lado estar un poco más desahogados con los gastos y siendo así poder entonces generar un fondo de ahorros el cual luego les ofrecerá la libertad de (por ejemplo) pagar las deudas que adquirieron inicialmente, o para poder pasar una semana buscando un nuevo trabajo que les haga sentir llenos, para poder emprender o para comprar -de contado- un carro para transportarse o cualquier otro fin mayor y con un sentido que vaya más allá de la satisfacción inmediata.
4. comida, Comida, COMIDA.
Conozco gente que va diariamente al supermercado solo por el gusto de ver que tienen acceso a un supermercado donde todo abunda, y juro que esto lo entiendo, no lo juzgo.
El error que cometemos la mayoría de quienes tenemos poco de haber migrado va de la mano con un hecho antagónico y extremo del cual he sido testigo (y participe):
-
-
-
- El migrante que acostumbrado a comer mal en su país y sigue alimentándose mal, al punto de permanecer en un estado de desgano perenne con el fin de ahorrar o simplemente por el puro hábito de la mala alimentación.
- El migrante que, queriendo compensar, gasta una buena parte de sus ingresos en el supermercado llenando alacenas enteras y que sentir siempre que “la nevera está full”, además de esto come en restaurantes cada fin de semana y llega al punto de la obesidad solo por el hecho de “lo hago porqué puedo”.
-
-
Como migrantes debemos tratar de evitar caer tanto en el escenario A como en el escenario B, puedo entender que hay mucha gente que llevó vaina pareja en su país y que una vez que migraron pudieron compensar las malas alimentaciones, el comer una vez al día y ese tipo de escenarios sobre el cual lamento muchísimo que cualquier ser humano atraviese, fueron cosas que Aimée y yo pasamos incluso ya habiendo migrado, pero (en palabras de mi mamá) “El hambre no es de un solo día”. No todo es la comida, restaurantes y supermercados.
Recuerdo que cuando llegamos a México uno de los paseos turísticos que nos daban las personas que nos recibieron, eran las idas al supermercado y gastábamos el poco dinero que llevábamos para cumplir gustos tan banales como cereal con yogurt, porqué en Venezuela dejó de ser fácil conseguir cereal, o yogurt… Por esto lo entiendo, pero llegar al punto de gastar entonces (en ocasiones) la mitad de nuestro sueldo en comida se hace un poco cuesta arriba y no quiero hablar ni siquiera de quienes gastamos DURO en platos venezolanos estando en el exterior. Juro que he llegado a pagar casi 3 dólares por un pastelito de papa con queso (y no me arrepiento), y no lo hice solo una vez, aunque no lo hago seguido lo he hecho en varias cuando ando de antojado, pero “no solos de pastelitos de papa con queso vive el hombre” y me asombra ver en los grupos en Facebook de inmigrantes a los que pertenezco lo que más se ofrece es la comida típica de cada país, el mercado es impresionante.
No me malentiendan, todos nos merecemos darnos un gusto de vez en cuando, pero en ocasiones, recién llegados abusamos un poco de esto y luego vienen los pesares, por qué créanme, si en la primera compra la registradora llegó a $300, va a ser difícil que se desacostumbren a los productos (en gama o en cantidad) a los que se acostumbraron a consumir inicialmente.
5. RELACIONES – BUSCAR SIEMPRE RODEARNOS DE PAISANOS (sin herir susceptibilidades)
Este punto es un poco sensible y trataré de abordarlo con la sutileza que lo amerita…
Coño, si saliste de tu país y estás en un nuevo lugar el cual estoy seguro es rico en cultura, tradiciones, costumbres, gente que habla distinto ¿te la vas a pasar con paisanos tuyos? Está bien, uno extraña a su gente, la familia, las expresiones de uno y todo lo demás pero entonces ¿cómo esperas superar las fases de Adaptación y Desapego si no procuras formar parte de la nueva cultura de la cual ahora estás siendo participe? ¿Cómo abrirás tu círculo de relaciones? ¿Cómo conocerás la nueva cultura o las tradiciones del lugar nuevo?
Viví durante 8 meses en el Doral (en el condado de Miami Dade) y aun me llama la atención el fenómeno (del cual escribí en uno de los capítulos del libro Proyecto: Migración) de saber por buenas fuentes como los mismos venezolanos fuimos los responsables de subir el valor de las rentas y de las propiedades en esta ciudad solo por el afán de convivir con otros venezolanos.
Debo confesar que no aguanté mucho, el ritmo de vida en Miami y lo costos de la renta fue algo que me sobrepasó, llegó un momento que entendí que, aunque amo a Venezuela y que no hay como la calidez del venezolano, también debo decir, con todo el amor y responsabilidad del mundo, que no extrañaba lo mal que manejamos la mayoría de los venezolanos por ejemplo, o el hecho de que cuando entraba al edificio donde vivía eventualmente veía botellas de Polar tiradas en piso. Era sabroso escuchar mi acento a cualquier lugar a donde iba, eso lo extrañaba después de haber vivido en una ciudad donde Aimée y yo éramos los únicos venezolanos, pero luego entendí que fue eso en Ciudad Victoria lo que hizo (en mi caso) que mi proceso de Adaptación y Desapego no tardaran mucho tiempo.
Entendí que sí, Venezuela es lo máximo, pero si decidí salir esto también implica el decidir convivir y compartir con una nueva cultura, con otra gente, con otras tradiciones. Estoy convencido del hecho de que si mezclamos un poco esa apertura de experimentar nuevas cosas sin olvidar de donde somos o de donde venimos y también compartiendo con nuestra gente o comiendo nuestra comida podríamos lograr un balance perfecto que solo hará posible que podamos encontrar esa plenitud que buscamos desde ese momento en el que desempolvamos la primera maleta para llenarla de ropa, de sueños y de bolas para salir de nuestro lar.